Imposible no adorar esta película de nuestros hermanos uruguayos. Para los que dicen que carece de emoción o que no sucede nada interesante y que es aburrida, yo les preguntaría; la vida de verdad ¿es andar a los tiros, corriendo para huír de un edificio que se derrumba o tener una pelea cuerpo a cuerpo con un dinosaurio que quiere devorarnos?. Pues yo creo que no. Pienso que la vida real y auténtica es como está reflejada en Whisky, con pequeños tramos de felicidad, escuetas sorpresas y también, porque no, anodina y melancólica. Hermoso el triángulo formado por los hermanos y por Marta, una Marta que está anulada por una existencia sin sobresaltos pero que derrocha por los poros unos deseos inmensos de ver cómo es vivir de otra manera. El guión es sencillo pero adorable. Jacobo es el dueño de una pequeña fábrica de medias, está solo y sin hijos ni mujer y le pide a su más fiel empleada, la dulce Marta, que finja ser su esposa para aparentar ante su hermano Herman que viene de visita por unos dias. Y es porque éste hermano suyo es un tipo dietralmente opuesto a Jacobo, dicharachero, conversador y jocoso, es la cara opuesta de su hermético y lacónico hermano. Gradualmente a lo largo de la película se puede ver los cambios que se van produciendo en los protagonistas, y sobre todo en Marta, que puede vislumbrar que no todo en la vida es monótono y desabrido, se da cuenta que aún conserva la capacidad de disfrutar y de reir. Y algo en ella la despierta del letargo. Y entiende que ya no hay tiempo que perder para VIVIR, así, con mayúsculas. Pequeña gran obra minimalista que parece decir poco y sin embargo, es una lección de vida.