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Voto de Sergio Berbel:
8
Drama. Thriller Un joven hastiado de su gris y monótona vida lucha contra el insomnio. En un viaje en avión conoce a un carismático vendedor de jabón que sostiene una teoría muy particular: el perfeccionismo es cosa de gentes débiles; sólo la autodestrucción hace que la vida merezca la pena. Ambos deciden entonces fundar un club secreto de lucha, donde poder descargar sus frustaciones y su ira, que tendrá un éxito arrollador. (FILMAFFINITY)
26 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Disparate postmoderno nihilista y ultraviolento, “El club de la lucha” cumple la friolera de 20 años. Y sentando una base previa: me parece una obra de gran estela entre la cinefilia pero menor en la filmografía de un grande del cine de la magnitud de Fincher.

No es una película fácil para reseñar, ni mucho menos para recomendar. Es agreste, desagradable, profundamente nihilista, de vocación violenta y cierta alma terrorista en su contenido, y desasosegante y perturbadora en el aspecto formal. Un destello de estilo autoral recargado y pedante porque quiere y puede serlo, porque así lo ha decidido David Fincher, capaz en su facilidad visual de crear un espacio exterior a través de un macro en una papelera o un plano secuencia desde las neuronas a la cara de su protagonista encañonado. Una película un tanto ajena a la vocación comercial pero de calidad de su autor, con una voz en off que transmite la náusea que despierta la vida en un ser humano aparentemente lúcido, y el vacío existencial imbarajable que crea un nivel de ira interior que sólo obtiene escapatoria a través de su manifestación más violenta.

Porque eso, en el fondo, es el “El club de la lucha”, una tesis doctoral sobre la violencia como respuesta a la falta de futuro, de objetivos, de estímulos, de ilusiones o de esperanza de una sociedad frustrada, alienada y sometida a la esclavitud a través del mecanismo capitalista. “Tenemos trabajos que odiamos para poder comprar cosas que no necesitamos”, grita su protagonista en un momento capital de la cinta.

Todo ello se lleva a cabo a través de un lenguaje cinematográfico apabullante y unas interpretaciones grandiosas de Brad Pitt y Edward Norton.

En tiempos de cine palomitero basado en la misma repetición de la fórmula de siempre, que desde el seno de la propia industria se dinamiten las bases es un mérito inconmensurable de David Fincher, abanderado del nihilismo (rama violenta en esta cinta) y la desorientación que preside la sociedad de nuestro tiempo.
Sergio Berbel
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