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Voto de Sergio Berbel:
10
Comedia. Drama Dos hermanos, Wendy (Laura Linney) y Jon (Philip Seymour Hoffman), que no se han visto durante años, se ven obligados a convivir de nuevo para cuidar de su padre enfermo, con el que no se hablaban desde hacía veinte años. (FILMAFFINITY)
21 de abril de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe un tipo de comedia dramática, o mejor dicho, drama con algún tinte de comedia, que resulta perfecto para contar las cosas más oscuras y complejas del devenir de los terriblemente imperfectos seres humanos. Nadie como Alexander Payne para lograrlo, sobre todo cuando la historia se desarrolla en torno a las relaciones familiares. Su sombra es muy alargada y ha creado escuela. Una de sus mejores discípulas es Tamara Jenkins que en 2007 se graduó en tan noble arte “cum laude” con la prodigiosa “La familia Savages”, un hito del cine indie norteamericano de la primera década del siglo XXI.

Este lúcido, triste, emotivo y divertido film, todo a la vez, gira en torno a la forma de enfrentarse a la fase final de la vida y la consecuente muerte acechando a un anciano y cómo ello afecta a las vidas de sus hijos. El resultado es magistral. Su hija vive en Nueva York intentando abrirse camino en la vida y sobreviviendo a una relación sentimental con un hombre mayor que ella y casado. La interpreta cierta diosa llamada Laura Linney, por cuya forma de afrontar su personaje ya valdría ver esta cinta de rodillas.

Tiene un hermano, un profesor universitario de dramaturgia, intelectual y separado del mundanal ruido, que encarna otro monstruo interpretativo insuperable de la dimensión de Philip Seymour Hoffman. Y, a todo esto, el padre de ambos, aparece por las malas en sus vidas al sufrir una demencia senil que anuncia su cercana muerte y el cambio radical de vida para sus hijos. Ninguno de los dos está preparado para afrontar el cuidado de un padre dependiente y a los dos la nueva situación tiene pinta de destrozarles sus respectivas vidas. Ante ello, cualquier decisión es compleja y seguramente equivocada. Alguna también divertida por el camino. La vida misma.

Morir es difícil. Aunque algunas personas demuestren una facilidad pasmosa para ello, no es lo habitual. El proceso suele ser largo, tedioso, terriblemente extenso en su degeneración paulatina y carente de todo tipo de dignidad. Destroza los horizontes de quien lo ve venir y de todas las personas que lo rodean. Es lo que ocurre con el anciano protagonizado por Philip Bosco. Ante sus hijos, aparece un imponderable del que resulta imposible salir indemne. El anciano tampoco va a ponérselo fácil.

El guión de la propia Tamara Jenkins es absolutamente perfecto, al igual que la partitura de Stephen Trask y la dirección de fotografía de W. Mott Hupfel III, tan del gusto del mejor cine indie de los USA. Una pequeña gran joya de visión ineludible.
Sergio Berbel
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