Como diría el sargento de hierro, la originalidad por sí misma no vale un pimiento. Además, en el cine, como en cualquier otra cosa, hace tiempo que todo está inventado. El hecho de acercarse a la personalidad de un asesino en serie alejándose del arquetipo tarado-mutante-sádico-sociópata-ex combatiente, y pónganse todas las coletillas que uno quiera, no justifica esta película. Cuenta con un guión bastante endeble, en el mejor de los casos, y resulta particularmente cargante el personaje de Hurt, cuya única novedad radica en representar el otro cincuenta por ciento de la personalidad de Kostner. Por cierto, en “Carretera perdida”, Lynch ya se inventó un alter ego de Bill Pullman mucho más inquietante que este pelma que viaja en el asiento de atrás y que se limita a subrayar lo malos que somos todos en algún recóndito lugar de nuestros pensamientos. Ni el tratamiento de los personajes, ni el desarrollo de la trama llevan a ningún sitio, se trata de un mero vehículo comercial para lucimiento de Kostner y Demi Moore. Un ejercicio de estilo que acaba en costalada.