Si alguna vez vais a Irlanda, puede que percibáis que el sentido del humor Irlandés es un poco curioso: se basa en decir cualquier cosa medianamente irónica y arrugar la cara poniendo careto de hermano Calatrava (el feo) para subrayar el doble sentido de lo que acabas de oír. Sería como una especie de ¡tachán! facial, mitad innecesario, mitad violento porque te fuerza a reír de mala gana cosas sin gracia. Parece curioso que esto pueda pasar en la cuna de Oscar Wilde, pero será que han pasado ya muchos años y lo más sutil que saben expresar las nuevas generaciones es un "not too bad" para responder al "¿qué tal, cómo va la cosa?".

En general esto también se ha traducido al cine y de ahí que las comedias irlandesas siempre me hayan resultado tan estomagantes. Por eso me ha sorprendido tanto esta extraña "Calvary" con un inesperado humor negro, sibilino, que se me antojaba inaccesible para esa cultura. Un humor negro que envuelve una trama siempre en el límite de lo real, lo irreal y lo surreal hilvanadas por un Brendan Glesson haciendo un papel similar al de "El irlandés" pero con una mayor carga dramática que resuelve con mucha más solvencia de la que se esperaría de un actor con pinta tan tosca. Al contrario, su convincente mezcla de estoicismo y humanidad (junto con las hermosas postales paisajísticas irlandesas, a las que saca un partido muy inteligente) sostienen en el plano real una película con tendencia a la metáfora y a la disgresión.

"Calvary" no es sencilla de ver, obliga a esforzarse para entrar en el juego propuesto. Tampoco trata temas agradables ni con amabilidad, pero en conjunto es una película interesante, curiosa y hasta sorprendente.