Extraña película que consigue resumir en apenas hora y media la génesis del totalitarismo en general y del nacionalsocialismo en particular. Tan simple como didáctica, “La ola” muestra de manera inteligente el lado seductor de la dictadura y de la violencia, el camino fácil que para muchos inadaptados y marginados supone que alguien les ofrezca un sitio del que formar parte, un grupo en el que integrarse y, en definitiva, algo que dé sentido a sus vidas aunque no sea más que una llamativa ficción, un lema sin sustancia, una bandera vacía, palabras rimbombantes dichas con la parafernalia adecuada en el momento oportuno.

“La ola” refleja como en los momentos más oscuros, los que no tienen nada escucharán a cualquiera que les ofrezca autoridad (o algo parecido), un rumbo y lo que sea que les diferencie del resto de una sociedad en la que no pueden integrarse. Es atractivo dejar que los demás piensen por ti y, sobre todo, que planteen todo en términos de enfrentamiento, de “nosotros” y “ellos”, de un conflicto artificial que refuerce los vínculos con el resto del grupo y no nos haga pensar demasiado en si se hay un proyecto de fondo.

Inteligente, reveladora, un ejemplo gráfico (con eficacia alemana) de cómo nace una banda, una secta o un movimiento fascista. Aunque sea soñar despierto, su proyección debería ser obligada en los colegios de España, aunque no esté subvencionada, el reparto no esté distribuido al 50% entre mujeres y hombres, no haya prostitución y no aparezcan homosexuales.