Otro ejemplo de esas comedias románticas de la primera década del siglo que pretendían ser disruptivas y vanguardistas tocando temas que, según los estándares de la época se podrían considerar escandalosos y que hoy en día ya no sonrojarían ni a una abuela. Por decirlo sin rodeos, “Sin compromiso” aborda el tema de los follamigos que, si bien en 2011 tenía algo de lejano, de provocador y de leyenda urbana, hoy en día está institucionalizado y todo el mundo asume que el que no tiene una agenda de desfogue (con independencia de su edad) es porque no quiere.

“Sin compromiso” es, en cierto modo, víctima de su tiempo y no puede dejar de plantear el tema del sexo sin más, planificado y sin afán reproductor con un enfoque conservador, casi Disney, con una pareja presentada como muy moderna, sofisticada y folladora, que no puede dejar de ser víctima de sus sentimientos. Interpretativamente Portman está por encima de la película y Kutcher algo por debajo, pero entre ellos surge cierta quimica porque sus niveles son igualados por un guion que habla del tema con muchos tapujos, casi sin conocimiento, de oídas, presentando lo que a la producción le suena que es eso de los follamigos o lo que cree que la gente entiende como tal. Así, sus personajes se ven forzados a ir por donde les dicen con toda clase de automatismos y los previsibles gags en las circunstancias más esperables y picantonas.

A pesar de ese sesgo que lleva a presentar a la pareja como dos personas perdidas moralmente en busca de redención, más que a dos chavales con ganas de disfrutar y lo que surja (o precisamente debido a ese sesgo) la película se mantiene siempre en los cauces del decoro y el razonable buen gusto… y se puede ver hoy en día con cierta indulgencia, sólo por pasar el rato viendo a dos jóvenes enfrentarse a situaciones emocionales simpáticas, pensando en cómo cambian los tiempos, Da escalofríos pensar qué habrían hecho otros con este guion o esta idea.