A pesar de que “Juan de los muertos” apestaba a truño desde el minuto uno y confirmó mis sospechas en el minuto dos, me la tragué hasta el final. Podría decir es que me siento culpable si escribo una crítica sin ver entera la película pero sería mentir: soy perfectamente capaz de criticar una película sin haberla vista (esto es España, ¿no? ¿Desde cuando hace falta documentarse para decir cualquier cosa?). Si me la tragué entera fue única y exclusivaemente por una apuesta; una apuesta del tipo “¿a que no tienes huevos de ver este truño hasta el final?”… y claro, cuando ves una película por una apuesta pasan estas cosas, así que no me quejo.

Subvencionada por más organismos (conté cinco televisiones y institutos oficiales españolas) de las que sin duda merece y que habrían hecho mayor labor cultural dedicando el dinero a un mecenazgo del “Sálvame”, “Juan de los muertos” plantea una original y atrevida apocalipsis zombie en La Habana que no funciona en ningún momento por el hecho de estar hecha por, para y desde la cutrez. Los zombies son de risa, el desarrollo infantil, las interpretaciones no van en serio (menos la chica española, muy limitadita), no se entiende una mierda cuando hablan y el noventa por ciento de los gags parecen pensados para treinta años atrás, sacados de una película de Concha Velasco y Toni Leblanc.

Podría dedicar la crítica a hacer una elegía de su voluntad, del esfuerzo para compensar la falta de medios, de los sutiles chistes sobre el Castrismo… pero no: he de ponerme duro por dos motivos:
a) Hace unos años todo el mundo se llenó la boca con la obra de un chaval llamado Robert Rodríguez que hizo una película mediocre con cuatro duros hizo amigos, adquirió fama y dinero y ahora no hay quien evite que cada vez que quiere correrse una juerga con sus amiguetes ruede una charlotada bizarra parecida a este “Juan de los Muertos” para que le riamos la gracia.

b) Toda su desbordante cutrez puede hacer pensar a algún incauto que se trata de una película amateur que debe ser juzgada por su talento y no por sus medios… pero es falso. Con la cantidad de patrocinadores que han puesto su sello y con el dinero que se han gastado en los efectos especiales cutres, se podría haber cogido algún intérprete más decente, un guión más competo e incluso buscar alternativas a la imposibilidad de efectos digitales a buen precio. Eso sí hubiese merecido mi admiración; el chiste fácil, no.

Muy, muy floja, no os dejeis engañar. No es desvergonzada, es una sinvergonzonería. Nivel de truño: Ay blothel, vaya tluñol de muelte.