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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Terror. Thriller El Cairo, 1949. Lankester Merrin ha abandonado el sacerdocio y malvive como puede gracias a su reputación como arqueólogo. Un coleccionista privado lo contrata para que robe una imagen sagrada de un templo cristiano recién descubierto en África Oriental. Cuando Merrin acude al lugar, descubre que los hechos inexplicables que rodean el hallazgo podrían tener un origen sobrenatural. (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comparada con el otro montaje existente, la "versión prohibida" de 'El Exorcista: El Comienzo' tiene un agradecido ritmo pausado que es de admirar.
Hay algo refrescante en una película de terror que no necesita pegarte un susto cada x minutos para tenerte interesado, y ese es un peaje machacón que está ausente aquí.
No hay gente apareciendo súbitamente en plano, caras chungas mirando en una esquina... simplemente porque pone "Exorcista" en el título, y de verdad que menudo alivio.

Por lo demás, 'Dominion' además tiene algo que contar, una reflexión bastante diferente a la del otro montaje también, que se permite excavar en la verdadera naturaleza del Bien y el Mal.
El padre Merrin sufrió la verdadera ausencia de Dios cuando fue obligado a una horrible decisión en plena 2º Guerra Mundial, y esa es una herida tan profunda que su fe nunca pudo recuperarse. Dios no existe, no nos ayuda, no nos da refugio.
En el presente le encontramos, a punto de desenterrar una iglesia bizantina escondida en el suelo de África Oriental, más interesado en el logro arqueológico que en las dudas teológicas que le plantea el padre Francis que le acompaña.

Merrin ya no duda, simplemente acepta que el Mal existe, y es imposible protegerse de él.
Lo más interesante de esta historia es precisamente la raíz de esa duda moral, fácil de plantear pero horrible de establecer: hay que aceptar el hecho de que en este mundo estamos abandonados a nuestra suerte, prestos a descuartizarnos de la manera más dolorosa posible si así se diera la situación.
Es algo que vemos reflejado entre los turkana y el ejército, sumidos en una guerra de odio que no queda clara hasta que el coronel la establece. Y mientras tanto, el Diablo solo se fortalece de esas acciones, nuestras propias acciones.

Así que, de la misma manera que podemos obrar con el Mal, podremos obrar con el Bien.
Una revelación que a Merrin le cuesta fe, lágrimas y dolor ver, porque nunca somos capaces de ver el Bien: solo vemos la traición, la enfermedad, la terrible naturaleza salvaje que casi siempre nos domina.
Pero si se cree en el Bien, uno mismo será capaz de apoyarse en él, para no caer en la tentación, no ya de obrar en el Mal, sino de disculparlo y dejarse llevar por él.

Donde la precuela estrenada en cines solo veía en blanco y negro, su otra versión planta la duda en el alma del hombre, y se permite verla germinar, en la línea del clásico que la precede.
Qué suerte que se pueda ver, entonces.
Charles
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