Árida. Seca. De una naturalidad abrumadora.
Lo más bello que puedes encontrar en 'The Nightingale' es el canto de su protagonista Clare, y aún así solo pretende serlo contadas veces.
El resto es sin florituras, sin salidas fáciles, enterrado bajo capas de pura destilada crueldad humana.

En el momento en que Clare recibe la muerte de su hijo y esposo durante una violación, su mirada también muere.
Antes podía haber sido desesperada, podía haber estado asustada, pero también tenía amor.
Eso es lo que falta en la subsiguiente travesía campo a través de Australia, acompañada de un aborigen llamado Billy que le enseñe el camino, en busca de los hombres que la quitaron todo.

Como el fuego de la venganza lo engulle todo, no es hasta mucho después que nos damos cuenta: ambos compañeros de carretera condenada comparten lo que es haber perdido todo lo que te importaba, de la forma más injusta y repentina.
Se traza así, de manera lenta pero constante, la historia oculta de un país donde la moralidad se encontraba ausente, donde hombres inseguros imponían su fuerza y todo el mundo callaba porque ojalá no me toque a mí.
De alguna manera, el camino de Clare y Billy era el único posible a seguir, pero también es el único que se puede tomar cuando te falta el calor humano y ya no tienes esperanza de recuperarlo.

Así, la falta de estilismo, la aridez de lo mostrado, convierte las ensoñaciones de un trauma imborrable en angustiosas pesadillas, pero también hace de la violencia un cuadro casi insoportable.
"Así matamos, sí. Así el horror engendra horror." cada golpe de culata y cuchillada pretende decir.

Y aún así, la satisfacción fugaz de la venganza nunca llega.
Se evita que nos sintamos poderosos con Clare y Billy, la cámara busca su indefensión y se recrea en sus debilidades.
Porque nos hemos dejado llevar por la tiranía de hombres malos, y hemos creído, también, que el fuego se combate con fuego.

Cuando, a veces, la única satisfacción viene de hacerse ver, y hacerse oír, aunque nadie quiere escuchar.
Alguien, en algún momento, lo hará.
Hasta entonces, la muerte puede abandonar hasta el espíritu más dolorido con un simple suspiro.