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Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
7
Drama Crónica de la vida de ocho trabajadores de un poderoso banco de inversión durante las 24 horas previas al inicio de la crisis financiera de 2008. Cuando Peter Sullivan (Zachary Quinto), un analista principiante, revela datos que podrían conducir la empresa a la ruina, se desencadena una catarata de decisiones tanto morales como financieras que producen un terremoto en la vida de los implicados en el inminente desastre. (FILMAFFINITY)
15 de agosto de 2012
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Caracteres definidos y gran peso productivo. Desde los créditos del comienzo a las interpretaciones, pasando por los planos urbanos y las secuencias de transición, toda la película goza de una seriedad preocupante.

Son unos grandes actores haciendo grandes unos papeles que, aunque bien definidos, carecen de más profundidad que la de la oficina. Salvando a tres de ellos, que parecen tener pasado, los demás no solventan el inicio del caos.

La trama está justificada, pero eso corre a cuenta de la generación de espectadores actual que está más que harta de oír hablar de crisis, de hecatombe financiera e hipotécas y valores y mercados. Disculpen ese polisíndeton, pero acoge enormemente la sensación de saturación que provoca la misma información sobre términos poco inteligibles.

Todo amenaza y se ve la preparación de una pirotecnia asombrosa. La solidez de las interpretaciones permiten esperar una gran explosión. Incluso el ritmo ofrece la seguridad de un estallido tan ensordecedor como ansiado. Cada personaje está cargado con más violencia que el anterior, y aparecen en el orden correcto. Pero a alguien de producción se le olvidó llevar la bujía, la chispa, el mechero, el detonador.

No llega al clímax, y eso apena. Se adorna con asustarnos y languidece su puesta en escena en cuanto la acción debe darse. Los clichés parecían esconderse, a pesar de ser muchos, pero, al no saber terminar, afloran con más chabacanería y se repiten en mi mente los aburguesados y empolvados registros neoyorquinos. A mí personalmente me abruma y aburre recurrir al modelo estadounidense y, por recordarlo, no merecerá mi admiración total.

Son claves tres puntos: la presencia "imparpadeable" de Spacey, un guión corto y de lenguaje fariseo que esconde más de lo que pretende (se echa en falta más lenguaje coloquial que permita entender algo) y una producción asombrosa con unos planos fijos, unos retratos humanos y letales, y una descripción de un determinado segmento de la sociedad. Muy sincera con la cámara y muy breve en el discurso.

Véanla, pero no esperen entender mejor la situación de crisis.
Javier Moreno
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