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Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
8
Drama Cocó, de ocho años, no encaja en las expectativas del resto y no entiende por qué. Todos a su alrededor insisten en llamarle Aitor pero no se reconoce en ese nombre ni en la mirada de los demás. Su madre Ane, (Patricia López Arnaiz), sumida en una crisis profesional y sentimental, aprovechará las vacaciones para viajar con sus tres hijos a la casa materna, donde reside su madre Lita (Itziar Lazkano) y su tía Lourdes (Ane Gabarain), ... [+]
4 de mayo de 2023
7 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si funciona tan bien 20.000 especies de abejas no es por un solo detalle. Muchos elementos nos permiten un arraigo que da carácter al relato. Además, el tabú de la identidad de género la hace tan peculiar que es una película que ver solo, pensarla solo, compartirla y debatirla, pero volver a pensarla solo.

Un niño que se identifica como niña. Que no sabe aún expresar lo que siente. Que por encima de todo, siente rechazo. Que utiliza una lengua, o varias, en las que los temas tabú se disfrazan con otras palabras más pueriles. A la vagina, se le llama "potota"; a sentirse tranquilo, tranquila.

Hay tres interpretaciones de escándalo: Sofía Otero, Patricia López Arnaiz y Ane Gabaraín. La primera corresponde al protagonista, que expresa tantísimo que es indescriptible. La segunda lleva todo el peso: el del esfuerzo, los cuidados, la comprensión y la resolución de conflictos (suyos y de sus hijos). La tercera borda un personaje "puente" o "asistente". Es ese personaje que ayuda en el conflicto entre personajes principales. Lo hace desde la comprensión previa, desde la escucha, desde un marco estereotípico que nos indica que ella también sufrió rechazo (da la sensación por la vestimenta, el peinado, la actitud y por su vida soltera). Bueno, hay otro personaje: el lugar. De donde nace el arraigo: su lengua, sus expresiones, su carácter rudo, trabajador y elegante del norte.

Hay espacios donde otras películas meterían música, acelerarían el ritmo. Esta no lo necesita. Hay que respirar, pensar las dificultades, dejar que esa criatura observe. Se oyen pájaros, el río, las abejas o el corazón.

Es una película excepcional y extraordinaria. Muy cercana a Cinco lobitos, a Verano 1993, a El agua... pero que toca por primera vez en nuestro cine, el tema tabú de nuestra época. El que nos toca comprender.

Qué emoción, qué fuente de sensaciones.
Javier Moreno
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