Haz click aquí para copiar la URL
Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
7
Comedia. Romance Cuatro historias independientes con un escenario común: la ciudad de Roma. En la primera, un matrimonio americano (Woody Allen y Judy Davis) viaja a italia para conocer a la familia del prometido de su hija (Alison Pill). En la segunda, un italiano (Roberto Benigni) se hace famoso sin motivo de la noche a la mañana. En la tercera, un arquitecto californiano (Alec Baldwin) visita Roma con sus amigos donde conoce a un estudiante (Jesse ... [+]
22 de octubre de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viajamos de nuevo por Europa gracias a la gentileza del neoyorquino que se empeña en mostrar la belleza de la antigüedad que sobrevive a nuestras vidas por un incesante y universal camino de rosas y espinas que creamos y repetimos constantemente.
Esta vez no es París, sino que le toca el turno a la eterna Roma, de la que cabría esperar la Gran Película con señas de identidad imperial y definiciones históricas enmarcables del amor con nombre propio.
Las historias que se mezclan en "A Roma con amor" tienen como temas principales el amor, la inteligencia y la fortuna. Aunque se entremeten temas como la muerte y el deseo sexual, tan típicos de Allen, pero que encajan perfectamente en el planteamiento de Boccaccio en el Decamerón. La experiencia la aporta Baldwin al encarnar a un afamado arquitecto y pasar junto a Eissenberg por los revolcones que ofrece una aventura amorosa no planificada, siempre como asesor racional experimentado. El joven Eissenberg sólo puede sobrevalorar su seguridad y hundirse de lleno en la más irracionalidad, cosa que nos viene dada por naturaleza y no podemos, ni debemos, evitar, como bien nos muestra el director en toda su obra. En la foto una muestra de la encantadora Ellen Page, de una inteligencia abrumadora, pero dedicada a la seducción por profesión y por pasión.

El alma irascible podríamos ubicarlo en la personalidad de Judy Davis al tratar de psicoanalizar constantemente al personaje del propio Allen, que equipara la jubilación con la muerte, cosa que parece afectarle a nivel personal y, como en una ocasión pudimos saber por boca de Pedro Almodóvar, Allen afirmó que moriría grabando una película. Y a mí que me encanta.
Parte concupiscible para varios de los personajes por su eterno sueño de deseo, por intentar volar en el cielo infinito, como afirma Domenico Modugno al comienzo del film cantando "Volare". Feliz de estar en un estado de gracia que me llene de fama, fortuna y pasión desenfrenada de amor carnal. Deseo sexual voraz el que nos sugiere Page pero que nos ofrece más tangible Penélope Cruz, con una decisión innegable que uno nunca podría rehusar. Ella pertenece a la trama más floja de la mezcla romana, pero aporta un carácter fresco que nos invita a la carcajada. Su víctima es un joven prometido, Alessandro Tiberi, que ha perdido a su novia en Roma y hace pasar a Cruz como su futura mujer frente a su conservadora familia de turismo. Un guiño al sexo encubierto que todo humano guarda como complejo pero no ceja en su práctica.
Cualquiera se negaría frente a tamaña proposición, si juntamos a Cruz, a un rechazo familiar, una situación surrealista y la ineludible cita con la cultura en la ciudad de Roma.

Así, hemos completado las tres partes o formas en que los antiguos griegos dividían el alma: racional, irascible y concupiscible. Tal vez más antonimia entre la primera y la última debida a la eterna lucha entre razón y deseo que aflige al pobre Allen. Pero hemos de andar con ojo para no juzgar demasiado rápido cada historia, pues el guión y las escenas tan enrevesadas permiten una interpretación alegórica como sucedía en el Decamerón y sus cien cuentos cortos. No podemos decir que sea un fiel retrato de la obra, pero tiene innumerables analogías, dado que se basó en ella y en su estudio para completar esta cinta que en un comienzo se llamaría "Bob Decameron". De este modo, puedo tejer los puntos de unión que a mi parecer, además de lo evidente, es el estigma de la peste bubónica, aquí el incombustible esfuerzo por no caer en las trampas del amor; la fama del personaje de Roberto Benigni por arte de magia como la angustia de Allen por la fama esporádica, en la obra de Boccaccio sería el turno por el cual cada miembro del grupo se convierte en rey al narrar su cuento. Y hay más, que os invito a descubrir. Y también en la obra, esta más estricta, de Pier Paolo Pasolini, que ya realizó allá por 1971, cuando Allen aún no pensaba ni en Annie.

Como decía, Roberto Benigni encarna a un personaje corriente que de la noche a la mañana, y sin razón aparente, se convierte en el más preciado tesoro de un paparazzi (la "i" es plural, lo sé, pero se trata de un calco). Una acción surrealista que modera nuestra seguridad y, aunque sin mucha imaginación, aporta humor inteligente. La grandeza, sin embargo, de estas escenas se debe a la interpretación del italiano, que podría ser gracioso con sólo dormir. Y como todo lo que sube baja, y todo lo que vuela "nel cielo infinito" ha de aterrizar, éste lo hace de la manera menos esperada y más propia de la realidad.

Por último, y por ser la parte que más disfruté, tenemos la relación de Allen con su futuro yerno. No se entienden muy bien, pero el padre de éste último tiene algo que lo asombrará. Canta maravillosamente y embelesa a Allen, pero el valor añadido consta de un aparente problema: sólo canta de ese modo al encontrarse en la ducha. Tras unos fiascos en la ópera de Roma, surgen escenas de descalabro humorístico, de carcajadas y risotadas que valen tres cuartos de película. Esa imagen se quedó para siempre en mi retina tras ver que este director neoyorquino lo había vuelto a hacer, me había conmovido con la disciplina para hacerme revolcar con el chiste.

Sigue abajo, sin spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Javier Moreno
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow