Ojalá algún día pudiera hablar cara a cara con David Cronenberg para decirle un par de cosas, lo veo difícil, pero nunca se sabe. En ese caso, y respecto a "The brood", le felicitaría por una de las escenas que más mal rollo me ha producido nunca y, cómo no, por lógica, sólo puedo detallar más en la zona oculta de mi crónica. Esa escena en concreto supone ya una nota elevada, pero es que sin ese momento determinado, cuyo valor acepto que es algo muy personal, la película se sostiene gracias a la atmósfera propia que sólo seres humanos como él son capaces de producir. Nos conduce a través de caminos en los que la angustia y el desasosiego van aumentando, terror con todas las letras porque al principio no enseña nada y luego nos lo muestra todo, tan explícito que va más allá de lo desagradable. Navega entre la insinuación y la incertidumbre propias de un asesino en serie del que tenemos que saber todo y no sabemos nada y una crudeza total.

Seguramente a muchos le echa para atrás las razones de la trama, para mí eso es lo de menos desde el momento en que aceptamos que todo lo que ocurre es anormal, es el cine de Cronenberg, aquí todo vale y la originalidad de lo irreal está por encima de todo. No llega a ser una genialidad absoluta, el argumento patina cuando el padre no sabe qué hacer y ni siquiera yo no sé qué acaba haciendo para llegar a tomar una dirección concreta.

En el otro extremo De Sica y el otro italiano de turno, aquí lo espeluznante de la imagen inventada, porque transmite horror, porque transmite ansiedad y en último caso verdadero miedo y asco.