31 de diciembre de 2011
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo la sana (¿o tal vez insana?) costumbre de ver películas de todas las décadas, desde 1920 hasta la actualidad, y he desarrollado un instinto curioso: cada vez que me enfrento a un supuesto clásico de los años 30, 40 o 50, lo hago con una tranquilidad absoluta, con la convicción de que me entretendrá o incluso fascinará en el mejor de los casos, pues si algo caracteriza los clásicos de esas décadas es la regularidad y la calidad media de todos ellos. Pero en cambio, ay, si me enfrento a un supuesto clásico de los años 70, 80 o 90 es como jugar a la ruleta rusa y, la amplia mayoría de las veces, dichos clásicos modernos (o pseudo-modernos) causan profundas decepciones. Un caso evidente es "Mi hermosa lavandería".
"Mi hermosa lavandería", de Frears (quien, de hecho, tiene otro soporífero e inaguantable clásico ochentero de idéntica temática: "Ábrete de orejas"), es todo menos una buena película. Sí, valoro lo ingenioso del guión y la original premisa argumental de mostrarnos cómo es el mundo de la colonia pakistaní en el Londres de los años 80, pero ¿de qué sirve todo eso si no se profundiza en ninguno de los temas que trata? Todo está desarrollado a medias tintas, pues los personajes no están bien definidos (a pesar de que todos los actores están francamente bien), las situaciones son forzadas, el vínculo emocional y sexual entre los dos protagonistas es tratado de forma desganada y liviana, la prosperidad de los negocios se esboza de forma confusa y, sobre todo, nunca se sabe cuáles son realmente las ambiciones y metas profesionales/personales del protagonista.
Es decir, ¿de qué va la película? ¿Cuál es la conclusión? ¿Es un alegato contra el racismo, la avaricia o la intolerancia contra los homosexuales? ¿Es una crítica contra la violencia étnica o sobre los derechos sociales de las minorías británicas? Pues no. Si alguna de esas es su intención, entonces fracasa estrepitosamente , ya que el film solo trasmite humo. Humo y aburrimiento.
Pocos films he visto (bueno, desgraciadamente, he visto muchos, pero para que quede más impactante lo dejaremos así) cuyas historias estén más carentes de emoción y de comprensión y que, argumentalmente, sean más insulsas e incoherentes. Podría haber sido una película mucho mejor si se hubiese pulido un poco más el guión y no se hubiesen dejado tantos cabos sueltos por desarrollar. En fin, que hay que tener mucho cuidado con los clásicos de los años 80, nunca sabes lo que te puedes llegar a encontrar.
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El Despotricador Cinéfilo
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