Interesante acercamiento shakespereano al amor proletario/patronal al que los más ácidos críticos achacan lagunas argumentales y carencias en cuanto a vestuario.

La historia es, a cámara rápida, un cuento de hadas en el que un murciano (impresionantes matices interpretativos de Casas que clava el acento y no se le entiende nada) se sube en una moto tras secuestrar al perro que se lo monta con su madre los jueves, hecho violentísimo que despierta las más oscuras pasiones de una angelical Valverde que tiene un padre que no se merece. Todo es muy intenso. Todos tienen divertidísimos motes y cantan y bailan unas coreografías impresionantes. Puede que viera algún videoclip a mitad de película. Os recomiendo el último de Arcade Fire, que la persona que me obligó a ver esta joya no les soporta porque son canadienses y mucho más feos que el elenco de la película.

Y así, atados por el destino y por el cinturón que evita que Casas aparezca en medio metraje sin pantalones, los Romeo y Julieta de las nuevas generaciones se bañan en una piscina para desmontar el mito del liquidillo rojo y van en moto. Brum brum brum.

Nota: el perro, tras ser secuestrado, se vuelve millonario y hace su propia película en la que es millonario. La gente acude en masa a las salas de cine.