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Voto de Diego Rufo:
7
6.8
26,953
Drama. Romance
La pasión por la música lleva a Gretta (Keira Knightley) y a Dave (Adam Levine), novios desde el instituto, hasta Nueva York. Pero cuando él, una vez alcanzado el éxito y la fama, la abandona, ella se queda completamente desolada. Una noche, un productor de discos (Mark Ruffalo) recién despedido, la ve actuar en un bar de Manhattan y queda cautivado por su talento. Primera película en USA del director de "Once" (2006). (FILMAFFINITY)
26 de octubre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica originalmente publicada en MagaZinema: http://www.magazinema.es/critica-begin-again/
Al igual que la naturaleza es capaz de trasladar la armonía al alma humana gracias a su grandiosa libertad, la música – especialmente cuando se sustenta en la melodía – es capaz de hacer que el espíritu se zambulla en sus aguas para dejarse arrastrar por la corriente marcada en su pentagrama. De esto último se ha beneficiado cierto tipo de pop suave (especialmente de corte acústico), que, encantado de portar como estandarte una melodía lo suficientemente placentera como para tocar la fibra sensible de casi todos los públicos, se despoja de todo artificio para realzarla, consiguiendo con ello que la canción alcance un nivel de cotidianidad y cercanía similar a la de los relatos de aprendizaje que cuentan los abuelos a sus nietos junto a la luz de una hoguera. John Carney, director de ‘Begin Again’ y de aquella deliciosa sorpresa indie llamada ‘Once’ (2006), parece ser plenamente conocedor de ese poder purificador que tiene la música tanto en los corazones como en el celuloide, y por ello, aunque repita (y gracias a que repite) en cierto modo la estructura y fórmula de su obra anterior, consigue que este nuevo film baje por nuestras retinas del mismo modo que algunas de sus canciones descienden por nuestros caracoles hasta algún rincón reposado del alma.
En cierto modo, ‘Begin again’ es de ese tipo de películas que sólo pueden ser odiadas de forma reactiva, es decir, por el placer que puede provocar rechazar el aprobado general. Nunca resulta indignante, nunca simplona, nunca ofende y, para colmo, contiene un doble mensaje con el que fácilmente puede uno simpatizar y que, paradójicamente, sirve de contrapunto respecto a otras visiones más desencantadas acerca de los mismos temas tratados en el cine reciente. En primer lugar, un mensaje vital que muestra la posibilidad (muchas veces inesperada y azarosa) de salir de un oscuro pozo emocional, ya sea cuando uno apenas se encuentra en el quicio (como en el reciente desengaño amoroso de una sorprendente Keira Knightley) o cuando uno lleva tanto años cayendo por el mismo agujero que tan sólo desea llegar al fondo cuanto antes (como sucede con el amargo desencanto del siempre magnífico Mark Ruffalo). Por ello, no es difícil ver esta película como el reverso amable de la estupenda y amarga ‘A propósito de Llewyn Davis’ (Joel e Ethan Coen, 2013), pues mientras que en el film de lo Coen ese begin again se convertía en un “empezar otra vez… y otra vez… y otra vez… para volver otra vez al mismo sitio”, la película de Carney podría resumirse en el “Todo ha cambiado” que Gretta (Knightley) responde a Dave (Adam Levine) durante su reencuentro o, mejor aún, en esa maravillosa “A step you can’t take back”, canción desencadenante de toda la historia y protagonista absoluta de la escena más memorable de todo el metraje: la progresiva inclusión imaginaria de los arreglos instrumentales durante la interpretación acústica de la canción.
Paralelamente a mensaje de corte emocional la película guarda una segunda bala en su recámara, esta vez de carácter económico/cultural, que apunta directamente al entrecejo de esa industria discográfica que cada vez despierta un rechazo más acentuado por los indiscriminados abusos que se fosilizan en su prehistórico ADN. La solución de grabar fuera de los estudios y de buscar vías de distribución alternativas a las ya instauradas convencionalmente otorga al film una originalidad y una riqueza interpretativa que, por su condición de cine amable, resulta del todo inesperado. Gracias, además, al marco buenrollista que rodea a toda la película, su enfoque adquiere la perspectiva más luminosa posible y consigue escaparse de ese derrotismo que vertebraba la reciente ‘Artifact’ (Bartholomew Cubbins, 2012), clarividente documental en el que la banda capitaneada por Jared Leto nos transmitía la imposibilidad de liberarse de las arácnidas redes de las discográficas, viéndose obligados a claudicar ante ellos como única posibilidad para continuar llenando estadios y estanterías de discos.
Será precisamente por esta misma vía por la que ‘Begin Again’ acabará encontrando su propio talón de Aquiles, pues del mismo modo en que Gretta reprocha a Dave que “ha perdido la canción durante la grabación” al escuchar la versión producida de ‘Lost Stars’ (canción-emblema del film), a ‘Begin Again’ también se le puede reprochar haberse perdido a sí misma, pues después de hablarnos de métodos de producción y distribución alternativos, uno se da cuenta de que la propia película se ha estrenado en salas comerciales al precio habitual, de que se ha publicitado según las estructuras clásicas y de que junto al botón de compra de la versión digital de iTunes figuran los números 13’99 y no el lacónico y testimonial dólar propuesto durante los créditos finales para el álbum que vertebra toda la narración.
Más allá, no obstante, de esa grieta entre lo diegético (la historia) y lo extradiegético (la película en sí) que vuelve inerte su espíritu más guerrillero, no podemos obviar el agradable placer que supone su visionado. Las buenas intenciones de su historia, su agradecidísimo intento por establecer una relación empática y no amorosa entre los protagonistas, un apartado musical notable (tanto en letras como en melodías), e incluso una original estructura en tres partes alrededor de una canción-bisagra, le otorgan un merecido reconocimiento, pues, a pesar de no llevar al éxtasis, sí que logra convertirse en un agradable tarareo.
Al igual que la naturaleza es capaz de trasladar la armonía al alma humana gracias a su grandiosa libertad, la música – especialmente cuando se sustenta en la melodía – es capaz de hacer que el espíritu se zambulla en sus aguas para dejarse arrastrar por la corriente marcada en su pentagrama. De esto último se ha beneficiado cierto tipo de pop suave (especialmente de corte acústico), que, encantado de portar como estandarte una melodía lo suficientemente placentera como para tocar la fibra sensible de casi todos los públicos, se despoja de todo artificio para realzarla, consiguiendo con ello que la canción alcance un nivel de cotidianidad y cercanía similar a la de los relatos de aprendizaje que cuentan los abuelos a sus nietos junto a la luz de una hoguera. John Carney, director de ‘Begin Again’ y de aquella deliciosa sorpresa indie llamada ‘Once’ (2006), parece ser plenamente conocedor de ese poder purificador que tiene la música tanto en los corazones como en el celuloide, y por ello, aunque repita (y gracias a que repite) en cierto modo la estructura y fórmula de su obra anterior, consigue que este nuevo film baje por nuestras retinas del mismo modo que algunas de sus canciones descienden por nuestros caracoles hasta algún rincón reposado del alma.
En cierto modo, ‘Begin again’ es de ese tipo de películas que sólo pueden ser odiadas de forma reactiva, es decir, por el placer que puede provocar rechazar el aprobado general. Nunca resulta indignante, nunca simplona, nunca ofende y, para colmo, contiene un doble mensaje con el que fácilmente puede uno simpatizar y que, paradójicamente, sirve de contrapunto respecto a otras visiones más desencantadas acerca de los mismos temas tratados en el cine reciente. En primer lugar, un mensaje vital que muestra la posibilidad (muchas veces inesperada y azarosa) de salir de un oscuro pozo emocional, ya sea cuando uno apenas se encuentra en el quicio (como en el reciente desengaño amoroso de una sorprendente Keira Knightley) o cuando uno lleva tanto años cayendo por el mismo agujero que tan sólo desea llegar al fondo cuanto antes (como sucede con el amargo desencanto del siempre magnífico Mark Ruffalo). Por ello, no es difícil ver esta película como el reverso amable de la estupenda y amarga ‘A propósito de Llewyn Davis’ (Joel e Ethan Coen, 2013), pues mientras que en el film de lo Coen ese begin again se convertía en un “empezar otra vez… y otra vez… y otra vez… para volver otra vez al mismo sitio”, la película de Carney podría resumirse en el “Todo ha cambiado” que Gretta (Knightley) responde a Dave (Adam Levine) durante su reencuentro o, mejor aún, en esa maravillosa “A step you can’t take back”, canción desencadenante de toda la historia y protagonista absoluta de la escena más memorable de todo el metraje: la progresiva inclusión imaginaria de los arreglos instrumentales durante la interpretación acústica de la canción.
Paralelamente a mensaje de corte emocional la película guarda una segunda bala en su recámara, esta vez de carácter económico/cultural, que apunta directamente al entrecejo de esa industria discográfica que cada vez despierta un rechazo más acentuado por los indiscriminados abusos que se fosilizan en su prehistórico ADN. La solución de grabar fuera de los estudios y de buscar vías de distribución alternativas a las ya instauradas convencionalmente otorga al film una originalidad y una riqueza interpretativa que, por su condición de cine amable, resulta del todo inesperado. Gracias, además, al marco buenrollista que rodea a toda la película, su enfoque adquiere la perspectiva más luminosa posible y consigue escaparse de ese derrotismo que vertebraba la reciente ‘Artifact’ (Bartholomew Cubbins, 2012), clarividente documental en el que la banda capitaneada por Jared Leto nos transmitía la imposibilidad de liberarse de las arácnidas redes de las discográficas, viéndose obligados a claudicar ante ellos como única posibilidad para continuar llenando estadios y estanterías de discos.
Será precisamente por esta misma vía por la que ‘Begin Again’ acabará encontrando su propio talón de Aquiles, pues del mismo modo en que Gretta reprocha a Dave que “ha perdido la canción durante la grabación” al escuchar la versión producida de ‘Lost Stars’ (canción-emblema del film), a ‘Begin Again’ también se le puede reprochar haberse perdido a sí misma, pues después de hablarnos de métodos de producción y distribución alternativos, uno se da cuenta de que la propia película se ha estrenado en salas comerciales al precio habitual, de que se ha publicitado según las estructuras clásicas y de que junto al botón de compra de la versión digital de iTunes figuran los números 13’99 y no el lacónico y testimonial dólar propuesto durante los créditos finales para el álbum que vertebra toda la narración.
Más allá, no obstante, de esa grieta entre lo diegético (la historia) y lo extradiegético (la película en sí) que vuelve inerte su espíritu más guerrillero, no podemos obviar el agradable placer que supone su visionado. Las buenas intenciones de su historia, su agradecidísimo intento por establecer una relación empática y no amorosa entre los protagonistas, un apartado musical notable (tanto en letras como en melodías), e incluso una original estructura en tres partes alrededor de una canción-bisagra, le otorgan un merecido reconocimiento, pues, a pesar de no llevar al éxtasis, sí que logra convertirse en un agradable tarareo.