Tenemos aquí un reparto de primera fila para construir una visión multifacética del negocio del petróleo. De manera similar a “Traffic” con la droga (pero con mucha menos emoción por parte de los personajes), aquí podemos ver algunas de las ramificaciones de una de las industrias más lucrativas, influyentes y poderosas del mundo actual.
La película tiene un cierto tono documental, más preocupada en dar una visión generalizada de todo lo que conlleva la exportación internacional de crudo y sus consecuencias en personas y países, que en contarnos una historia dramática potente o simplemente comercial.
Así que, lo que nos encontramos aquí es una sucesión de vidas que están interconectadas sin saberlo, como en algunos films de Alejandro González Iñárritu.
Creía que me iba a gustar un poco más la parte de Matt Damon que la del engordado George Clooney, por lo que le pasa, que le habría permitido lucirse como actor un poco más, pero al final no es así. Es una película muy fría en lo emocional, y demasiado cargada de diálogos, tan impasibles como el propio negocio del que nos están hablando. De hecho, aunque nos haga pensar (que ya es bueno), “Syriana” tiene una estructura y desarrollo que pueden llegar a resultar aburridos, sobre todo para los espectadores más casuales que acudan atraídos por la presencia de Clooney y Damon.
En mi humilde opinión, es una de esas películas buenas con la extraña capacidad de gustarme y resultarme soberanamente pesada de manera simultánea.
Tiene un desarrollo de las historias muy lento y deja que desear a nivel de entretenimiento, con tanta política y negociaciones comerciales carentes de emoción alguna.
Lo mejor: cómo nos muestra que Occidente puede llegar a crear, sin quererlo directamente, a sus propios monstruos y enemigos, debido a su brutal codicia de petróleo.