Este thriller español, ópera prima como largometraje de su director, está recibiendo unas críticas muy buenas. Lo cierto es que está bien, aunque no tanto como algunos están diciendo.
Una niña que no se comunica, aparece desorientada en mitad de la carretera. La pareja que lo encuentra la acoge mientras se resuelve el caso, y a partir de ahí, misterio y suspense hasta el final.
Técnicamente no está muy lograda, todo hay que decirlo. La cámara se mueve tanto, y tan innecesariamente, que me saca de quicio. La banda sonora es directamente ruido. Es tan mala como algunos de los últimos discos de Jean Michel Jarre, que por experimentar cosas raras, resultan ser una tortura auditiva. También la factura en general de la película, incluyendo el grano de la imagen, no dan muy buen sabor de boca con su aspecto de telefilm barato.
Pero dejando de un lado esos factores, el conjunto está bien. Los actores y la narrativa generan un ambiente claustrofóbico en la casa donde transcurre casi toda la historia.
Y lo mejor es que no he podido adivinar lo que iba a pasar, y eso ya es decir mucho de un thriller de hoy en día. Bien es verdad que la resolución no es uno de esos giros de Shyamalan que te dejan con la boca abierta, pero no me lo imaginaba. Igual es porque, en el fondo, todo es más sencillo de lo que parece.
El reparto tampoco lo hace mal, por cierto, sobre todo Elena Anaya.
Es una intriga que engancha lo suficiente para satisfacer, sobre todo por ser un film de bajo presupuesto del que no cabía esperar mucho.