Una bella fotografía con paisajes no basta para hacer interesante una película. La historia es emotiva y sentimental, pero el fallo es que básicamente no da de sí como para rellenar un largometraje. Habría quedado mucho mejor un documental para enterarnos de esto, ya que en mucho menos tiempo se podría captar la esencia de este relato sin aburrir tanto.
No profundiza en el drama del autismo, ni en la naturaleza, ni en los personajes.
Puede que sea muy bonito ver orcas nadando, pero para eso prefiero ver algo de “National Geographic” (publicación que es referenciada, por cierto). Pero se ve a las claras que algunas veces están hechas por ordenador, como por ejemplo cuando salta al lado de la barca del protagonista.
El eremita este, por cierto, no tiene el carisma que podría haber tenido. Esperaba ver una personalidad más interesante o que diera buenas conversaciones filosóficas sobre la relación del ser humano con la naturaleza, pero al final la película es tan silenciosa como el niño. ¡Hablan demasiado poco!
Antes que al actor principal, prefiero a Maribel Verdú, que no parece que pasen los años por ella, solo la mejoran como actriz cada vez más. Aunque lamentablemente en esta película no puede lucirse demasiado porque no han querido dar más de sí.
¿Por qué tiene que tener un desarrollo tan lentísimo?
Si ven desde el principio que el niño reacciona positivamente con las orcas, ¿por qué el film marea tanto la perdiz y no entran más veces en el agua con estos cetáceos?
Aunque se nota que a Olivares le interesan los hechos reales en los que se inspira, e intenta transmitir emotividad, creo que con este enfoque tan parsimonioso y tranquilo solo da lugar a producirme un aburrimiento tan profundo como el océano donde nadan estos animales.
Por ejemplo, ¿a quién le importa un comino la escena esa del baile en la fiesta de la esquila? ¿Para qué?
¡Hasta “Liberad a Willy” era más entretenida que esto!