Fargo convierte en miniserie aquel clásico de los hermanos Coen (dirigido por Joel) llevado, con el tiempo, a la tierra de las películas de culto. Ambientada en 2006, diez años después de los sucesos de la película, utiliza escenarios comunes para relatar una historia similar.

Noah Hawley es el creador de esta serie, producida por los hermanos Coen y con capítulos dirigidos por Adam Bernstein, Randall Einhorn, Colin Bucksey, Scott Winant y Matt Shakman. La miniserie mantiene intacta el alma de la película en la que tiene su origen y aprovecha su duración para profundizar en las vidas de los secundarios y hacer que muchos de estos entren y salgan, dando una sensación de dinamismo que viene muy bien para acomodar al espectador a la espera de que los sucesos vayan apareciendo. En el fondo, Fargo es un thriller rutinario, pero las formas hacen de él una delicia, un divertimento que se consolida desde su primer episodio y que tiene en la fotografía un aliado imprescindible. La cámara es una fabulosa compinche a la hora de contar la historia y todos y cada uno de los directores entiende la imagen como parte del texto y juega con ella para que se posicione y escriba en pantalla lo que los personajes ocultan o dicen a medias. Noah Hawley, además de creador (permiso, señores Coen), es también el guionista de la serie, que podría definirse como comedia de enredo que combina bien sus vertientes, entre las que se encuentran el cine negro o el ya mencionado thriller.

Billy Bob Thornton es un villano fabuloso en Fargo y hace de su papel algo inolvidable a base de serenidad, modales extraños y semblante inquietante. Martin Freeman, cada vez más asentado en el drama, hace una labor formidable como co-protagonista (co-antagonista, más bien) a base de basar su personaje en una evolución tan disparatada como lógica. Allison Tolman es la buena de la historia, la policía mordaz e implacable cuya rutina resulta convertirse en un arma poderosísima y la actriz de Texas está maravillosa en todo momento. Colin Hanks, en un papel que en otro contexto podría resultar aburrido, se convierte en parte importante gracias a su compromiso con el rol de su personaje. Bob Odenkirk es un genio interpretando a personajes que se creen más serios de lo que son, con la comicidad corriendo por sus venas de forma involuntaria y en Fargo vuelve a demostrarlo.

Resumiendo: Fargo, la serie de TV, es una bonita secuela y un gran homenaje, con reverencias incluidas, a la película que le da nombre y razón de ser. La estética está cuidada, los personajes tienen tanta relevancia como las situaciones, el guion está atado de forma correcta y el mensaje se mantiene: un pusilánime siempre acabará siendo, por mucho que quiera evitarlo, un pusilánime.