Vuelve el mejor Woody Allen con una película fantástica (en absolutamente todos los sentidos). Vuelve la magia, el humor mordaz, el lenguaje trabajado y las situaciones incómodas. Midnight in Paris es un regalo para los nostálgicos.

Woody Allen se inventa una película exquisita. El guion es tan original como divertido, llevando al espectador a soñar despierto y haciendo que la película sea una vivencia para él. Allen consigue que viajemos al pasado, al pasado del pasado y al lugar en el que nacen las leyendas del presente, con la reflexión de que cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque ese pasado fue presente para alguien que no supo ni pudo admirar su grandeza. Es el paso del tiempo lo que convierte al hombre en mito y a la obra en leyenda y eso es lo que nos cuenta un Woody Allen que no se olvida de los personajes, a los que construye con esmero y con sus anteriores trabajos como referencia, haciendo de Owen Wilson una versión jóven de sí mismo. El genio neoyorquino utiliza a la perfección la luz para marcar las épocas, aplicando unos filtros de color que resultan ser imprescindibles. La belleza básica de unas calles mojadas y de un encuentro casual se convierten en belleza pura, sustentada en la magia que contiene la sabiduría de que tal vez no haya que esperar al futuro para darse cuenta de que cualquier cosa puede convertirse en historia.

Owen Wilson está encantador en la versión jóven y retocada de Woody Allen. Wilson disfruta deslizándose por diferentes épocas y conociendo a gente como Hemingway, Buñuel, Picasso o Dalí. Marion Cotillard es una delicia en Midnight en Paris que se degusta en cada mirada y en cada afrancesada palabra que sale de sus labios a modo de inteligentemente ingenua revelación. Sin una gran interpretación, Rachel McAdams no podría haber conseguido el odio que provoca su personaje y la chica lo logra desde el primer gesto de desdén, creciendo más y más hasta convertirse en una auténtica pesadilla. Destacaría la aparición de Adrien Brody en el papel de Salvador Dalí, ya que plasma con carisma la extravagante imagen que tenemos del pintor catalán y también quisiera nombrar a Corey Stoll en el complicado mentalmente papel de Ernest Hemingway, del que el actor no solo sale airoso sino que podría perfectamente ser llevado a hombros.

Resumiendo, que es gerundio: Woody Allen vuelve a encandilarnos con una película corta, sutil pero directa, mágica y sobretodo divertida. Allen hace del presente algo tan mágico como uno quiera imaginar, puesto que nadie en un futuro podrá discutírselo. Eso, que es mucho, sucede bajo el cielo de Paris que observa a modo de lienzo esperando encontrar esa historia que se convierta en leyenda.