Esta es sin lugar a dudas una de las sorpresas cinematográficas de la temporada y diría casi que del año, porque siempre salen producciones que por algún motivo tienen algo diferente a lo que la mayoría promete. En este caso el género de la acción recibe una producción sencilla, de un guión que en parte es también sencillo, pero que por alguna razón tiene un encanto que va más allá. Intentaré desgranarlo un poco para entender su éxito, tanto de crítica profesional como de público.

Por lo pronto, metidos en la producción está uno de los creadores y director del amigo John Wick, David Leitch, y tras la dirección el ruso Ilya Naishuller (Hardcore Henry) que le da a la acción un toque muy real, casi tan cercana que duele con cada golpe que el protagonista da y recibe. Este estilo tan próximo a la acción le viene de su primera película, y también de su bagaje en la dirección de videoclips, pero sabe contenerse para que la acción no se le vaya de las manos y no todo sea un tiro por tiro, puñetazo por puñetazo. Tiene un trasfondo de humanidad raro en este tipo de producciones y es capaz de presentarnos un personaje atado por su pasado, y más por su presente. Aquí entra en acción la estupenda interpretación de un asiduo de la pequeña pantalla como Bob Odenkirk (Better Call Saul), que de repente se mete en un personaje de acción al más puro estilo del Bryan Mills de Liam Neeson en Venganza, o el ya mencionado John Wick de Keanu Reeves. Curiosamente, bebe mucho de estas producciones (directamente de la saga de Wick) donde el peso recae en su protagonista principal, aunque en Nadie Bob Odenkirk no se queda tan solo en la acción: en el resto del reparto encontramos veteranos con solera como el genial papel de Christopher Lloyd (Regreso al Futuro), Connie Nielsen (Gladiator), RZA (El Hombre de los Puños de Hierro) o Michael Ironside (Starship Troopers).

A ese reparto hay que añadir un guión por momentos irónico que tira muchas veces del humor (y del negro también), que simplemente se basa en una chispa para desencadenar toda la locura que hay detrás de la película. Una acción que fluye alegre por sus escasos 90 minutos y se pasa volando porque la diversión nihilista está garantizada con sus golpes, disparos, humor y sencillez. Porque parte sin ambiciones salvo un guión que busca la explosión de su protagonista con el desarrollo de una vida insípida que nos pone en situación desde el principio... por cierto, muy hábilmente.