Intenso thriller sobre submarinos bien dirigido por el pulso del experimentado Kevin Macdonald (El Último Rey de Escocia).
Contando con la atmósfera que sólo sabe aportar este tipo de películas, Black Sea va más allá de la navegación submarina y sus diferentes complicaciones (oscuridad, presión, desasosiego, peligro) y nos presenta un drama más humano alejándose de los protagonistas que suelen pertenecer al cuerpo de marina de los diferentes ejércitos que participan en este tipo de producciones. Así, Macdonald nos muestra un grupo de personas alejadas del ejército y que por razones económicas se embarcan en esta aventura. Por lo tanto, nos encontramos ante una especie de película con mensaje de denuncia social de trasfondo: parados que viven casi en la pobreza que buscan vivir mejor. Este será el eje al que se aferra el personaje de Jude Law (Sherlock Holmes), sobrio y serio en un papel en el que debe aportar firmeza. Le acompañan secundarios especializados como Scoot McNairy (Narcos: México) o Ben Mendelsohn (Rogue One: Una Historia de Star Wars), tipos de registros duros para reflejar la realidad de unas personas de clase baja acuciadas por las deudas y con la lacra de la pobreza mordiéndoles el culo.
Esta premisa de introducir el acuciante aguijón de mantener a una familia, conseguir dinero y luchar contra el sistema oligarca que cada vez se va haciendo con el poder en esta sociedad capitalista, se mezclará con el thriller bien meditado de una película de submarinos. Y el mensaje es sencillo: o la gloria (riquezas) o la muerte. Al final, esa misma razón de introducir un objetivo pecunario provocará la ruptura en la endeble unión del grupo de marineros. Esto es lo que hace previsible la historia, de tal manera que deriva en un final casi contado de antemano. Aún así, y a pesar de estar sujeto a los clichés del género, Black Sea es muy competente y logra mantener la tensión narrativa durante todo el tiempo, aunando a ello la buena aportación de su elenco de actores.