Película pasajera que cuenta con una innegable falta de ambición rezumando por cada uno de sus cuatro costados, que de forma incongruente se convierte en pretenciosa. Tal mezcla de adjetivos casan para dar a conocer esta producción que va de thriller inteligente pero que no es capaz ni de llegar a un tercio de lo que promete. Además de ser aburrida, se enreda en la tela de araña que trata de tejer para atraer la escasa atención del espectador, donde ni siquiera las interpretaciones salvan un producto que a simple vista puede parecer atractivo.

Tras las cámaras encontramos a Robert Luketic (Una Rubia muy Legal) que demuestra falta de pulso narrativo además de ser incapaz de dotar a sus actores de cierta credibilidad, tirando por tierra el oficio de los dos veteranos que encontramos en pantalla: Gary Oldman (Drácula de Bram Stoker) y Harrison Ford (Frenético). Por otro lado, las nefastas actuaciones de Liam Hemsworth (Cut Bank) y Amber Heard (La Chica Danesa), que no ayudan a centrar la trama de una película que va a trompicones y que termina convirtiéndose en un relato de moralidad a base de palos y puñaladas por la espalda de las diferentes empresas y/o corporaciones que protagonizan esta innecesaria película. No aporta nada al género y como thriller es muy soso; ni siquiera la tensión sexual entre los jóvenes protagonistas es eficaz y la química que debería haber en esa pareja es inexistente.

Este es un ejercicio de cine que carece de alma, con una dirección automatizada y falta de sangre y nervio narrativo, donde lo que más desea el espectador es que la historia acabe lo antes posible. Este es uno de sus mayores pecados: el aburrimiento. Y cuando este está presente, poco futuro se le augura a la producción que cae en sus garras.