Música, Jazz, sudor y sangre. Que difícil es encontrar esta combinación en una película y que se estrene en la rueda comercial de los cines hoy en día.

Y si no que se lo digan a Damian Chazelle cuando, hace dos años, buscaba y no encontró productoras que quisieran invertir dinero para rodar el largometraje Whiplash y se tuvo que conformar con dirigir un corto de 18 minutos con el mismo nombre. El premio al mejor cortometraje en Sundance, le sirvió como una especie de Verkami para realizar su homónimo largometraje.

Por lo visto, Damien Chaselle, director de esta cinta, es un amante de la música y ha luchado muy mucho para hacer esta película de jazz, sudor y sangre.

Miles Tiller y J.k Simmons se comen la pantalla. Una elección excelente de dos actores que encarnan a alumno y profesor, Andrew y Flecther, en una de las escuelas musicales más prestigiosas de Estados unidos.

Lo que vemos en este film es a un profesor que busca el máximo de sus alumnos, pero con unos métodos que sobrepasan la línea del respeto y buscan la humillación o la violencia física con tal de obtener la excelencia. Estas muestras de exigencia son plasmados desde exquisitos primeros planos tanto en lo facial de los personajes como en el conjunto y individualidad de los instrumentos.

Bajo la mirada del profesor está el alumno persistente y entregado que quiere alcanzar lo exquisito, quiere ser como Charlie Parker, el mismo que su profesor tanto admira.

Tras un sinfín de insultos, vejaciones, gritos y bofetadas llega el conflicto entre ellos. Es curioso ver como después de todo, no sólo sientes empatía por alumno sino por el profesor.

Whiplash es, sobre todo, aire fresco y siendo una apuesta de cine arriesgada, sale triunfante.

Sacad las baquetas a bailar y disfrutad de la experiencia.