La segunda entrega de las aventuras de Cleopatra Jones es muy superior a la primera. Aquí no hay concesiones al sentimentalismo ni al toque social de la otra (un poco cargante, por cierto) y se opta directamente por el delirio. Un derroche de imaginación en la puesta en escena, el vestuario, el maquillaje... Basta con ver la primera escena en el campo de amapolas y el atuendo y actitud de Cleopatra para hacerse una idea.

Cleopatra Jones ha llegado para imponer la ley y repartir estopa (y no necesariamente en ese orden) y la película tiene un ritmo muy ágil, mucha acción, frases descacharrantes, secundarios divertidos y una tendencia hacia lo surreal. No es una peli que se preste a sesudos comentarios ni a análisis en profundidad: es una ida de olla monumental y, sí, tiene sus limitaciones, pero es muy entretenida y muy divertida. Vale la pena verla por sí misma y desde luego mejor ver ésta que cualquier otra de su género.