"Gloria Bell" es un viaje de inicio abrupto y desarrollo extraño, a ratos malsano y a ratos esperanzador, pero siempre intrigante por saber quién es esa tal Gloria y hacia dónde vamos, si es que vamos hacia algún lugar, que no está del todo claro...

La razón por la que te quedas a ver esta película es Julianne Moore, pero es cierto que llega un momento en el que "Gloria Bell" va sola y se convierte en un producto por sí mismo. Va de menos a más y logra introducirte en su atmósfera hasta quedar totalmente prendado de esa mujer de extraños modos y relaciones. La actriz protagonista, no descubro nada, es descomunal. Pura emoción. Sabe transmitir todo lo que le ocurre a su personaje con una mirada, un gesto e incluso sin hacer nada, siendo su mayor logro, el de Julianne, hacer corriente lo más extraordinario. Por contra, John Turturro causa aversión, mientras que el resto del reparto cumplen con sus minúsculos cometidos.

El director, Sebastián Lelio, es un hombre a tener en cuenta. Demuestra talento no sólo con la propia historia, sino con la forma que narrarla y filmarla, porque si bien habla de cosas tan típicas y distintas como la soledad, la soltería y la desesperación por encontrar el amor, lo hace a su modo y a su forma, y ese modo y esa forma son absolutamente propias; por no hablar de un estilo visual casi onírico que enfatiza la depravación que reina en el ambiente y de una banda sonora que, al contrario, funciona como rebajador de la misma, dando un poco de aire al espectador ahogado entre tanta incertidumbre y tensión emocional.

Las idas de olla de un guión irregular y de una protagonista que actúa de forma insólita son perdonadas por una suma de las partes tan satisfactoria como la que posee "Gloria Bell" y, sobre todo, por un final que da sentido a todo.