"El silencio de los corderos" tiene tres secuelas oficiales pero realmente son más, entre ellas nuestra protagonista. Que no sea una historia demasiado original por su parecido con la mencionada le resta, lógicamente, y también la eleva por lo mismo. Paradójico, lo sé.

"Causa justa" hubiese sido una película notable, discretamente notable, ya que tampoco descubre la fórmula de la Coca-Cola, de no haber sido por ese giro final que sólo crea confusión y desdibuja el conjunto general. Los giros dramáticos son válidos si son creíbles, sino mejor hacer una película ortodoxa que algo que quede exagerado, como ocurre aquí.

A partir de un protagonista cumplido y común, encarnado por un igualmente disciplinado Sean Connery, la historia nos lleva a conocer a una ristra de secundarios infinitamente más interesantes, como el cínico Laurence Fishburne, el temible Ed Harris, cuyas escenas son el culmen de la película, el encantador Blair Underwood y el siempre magnífico Ned Beatty, aquí efímero pero no tanto como para soltar un par de perlas.

Y como un personaje más, la resplandeciente y hortera Florida, con sus pantanos y sus caimanes siempre al acecho, que funciona como marco idóneo en esta historia de psicópatas y discriminación racial, porque "Causa justa" habla de ambas cosas, aunque lo que nos interesa, seamos honestos, es el "marru", que se dice en catalán. El tema, el lío, el asunto...

A pesar de un final desatinado, "Causa justa" es un thriller perfecto para los amantes del género, con un suflé menor que el de otras películas pero que cumple, punto por punto, con todo lo que tiene que tener una buena película de suspense.