Al menos en esta película no ha tratado de tomarnos el pelo como en el resto de su filmografía, con finales tramposos que se diluyen; aquí se sabe de antemano que es una tomadura de pelo y la aceptamos como tal.

Aunque siga usando temas no-realistas, Shyamalan crea un bello cuento improvisado por él mismo, que acaba siendo espeso y pesado, pero como siempre deja muestras de que como director es un gigante, con un talento prodigioso más que envidiable.

Buena música y genial como siempre Paul Giamatti, lo mejor sin duda.

Lo que de verdad me sorprende es que Shyamalan siga obedeciendo sus propios guiones; el día que dirija una película con un guión ajeno y "terrenal", estaremos probablemente ante uno de los eventos más grandes de la historia del cine.

Mientras tanto, a esperar.