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España España · malaga
Voto de alvaro:
6
Cine negro. Drama. Thriller. Intriga Billie Nash, una trotamundos que aúna belleza seductora, insolencia y mente retorcida llega portando dos maletas a una pequeña ciudad innominada y a las pocas horas encuentra trabajo en el bar regido por Dora, una alcohólica. La ambición desmedida de Billie la alentará a poner pronto en marcha un plan para conseguir sus objetivos, sin importar lo que deba hacer para ello. (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Acabas de conocer a una mujer, estás a un paso del mejor sexo de tu vida, pero después de seis semanas de conocer a la mujer, te culparán por un crimen que no cometiste y terminarás en la cámara de gas y mientras te atan las correas y esperas respirar el cianuro estarás agradecido por las semanas que pasaste con ella y por tu propia muerte”.

Esa puntera y socarrona definición de James Ellroy basta para cribar la médula del cine negro de toda la filmografía periférica que se le asocia, film gris, cine gangsteril, suspense, cine de tribunal, subgéneros honrosos y fértiles en sus fusiones con el noir y, desde luego, proveedores de títulos mayores, pero que deslustran los cánones intocables que han hecho del film noir el cine con mas obras maestras por metro de rollo (incluida alguna de la entrañable serie B).

Y esto porque la quintaesencia del asunto son los cuatro escaques en los que bailan todos los personajes: la ciudad, la noche, el destino y la fatal (nada más, hasta la pistola de Godard sobra); los tres primeros, paisaje de fondo, y la última, protagonista absoluta y absolutista. Una criatura de doblez misándrica provista con la ambigüedad de una sensualidad frígida y viperina y un porte de inaccesibilidad que solo parece capaz de doblegar el canalla de Dan Duryea. La lista es larga, pero la esencia permanece: las Phyllis, kathie, Alice, Ellen…pero entre ellas no está Billie Nash.

Billie no es una mantis, es una buscona de estación con el aire, entre despampanante y desamparado, que le confiere la cheesecake Beverly Michaels apenas con estrategia de carterista dispuesta a engatusar a viajeros palurdos en las kilométricas trailways. Le falta casta y le faltan artes, porque la mantis no viaja, no incurre en la servidumbre de la deambulación ni de la persecución; al contrario, posee una residencia arácnida desde donde expande las redes de sus tejemanejes y adonde entrará entregado su abnegado admirador. La Billie de estación de autobuses, inquilina de cuchitril, seductora de babosos, camarera de rijosos es un retrato espurio de la hembra bífida, ofidia y glacial que te diría “Bésame, antes de morir”. Dicho cual, la película entretiene, con pocas pretensiones y menos presupuesto, y con el que Russell Rouse escenifica más que filma un melodrama (falta noche, claroscuro y fatalidad para ser noir) casi amable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
alvaro
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