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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
8
Aventuras Un niño de diez años, que ha quedado huérfano, emprende un viaje lleno de aventuras, desde el norte al sur de África en busca de su tía. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar del aspecto de querubín del niñato, la película es durísima. Esto no quiere decir que, al estilo Tarantino, la pantalla se pueble de balaseras gratuitas y estúpidas; es dureza de la que cuesta digerir: la de los reveses de la vida que nos cambian para siempre, en este caso tremendos. Esa fue la idea de MacKendrick, filmar un viaje iniciático interior, el que separa la inocencia de un niño jugando con algo en la boca, (casi podría ser un chupete), de la poca inocencia que nos queda a todos nosotros. En este sentido, no interesa el preludio: cuanto antes entremos en faena, mejor. Pero también es un viaje iniciático exterior, una road movie que nos va llevando por una África que no concuerda exactamente con el tópico cinematográfico, más profunda cuanto más profunda es la mirada del niño.
La película contiene escenas de una crueldad horrorosa, tratadas con pudor porque el guionista quiere que haya esperanza y porque eran otros tiempos más corteses con el espectador. Agradecemos, pues, ese pudor, que lleva a varias escenas inverosímiles. Sin ellas, sería un film insoportable, sobre todo para los que tenemos hijos y preferimos que jueguen con su chupete, aunque sean menos hombres, de momento.
Entre esas partes menos verosímiles, está ese encuentro con un notable Edward G. Robinson. Pero, bueno, ya que ha ocurrido, podemos perdonarlo y seguir disfrutando la película aunque todo sea algo más edulcorado, porque el personaje es magnífico. Aunque lo que iba para “Marco” se empiece a parecer más a “Capitanes intrépidos”. De todas maneras, lo de Mackendrick en este film no ha querido ser el realismo, sino, a pesar de todo, la lírica. La aguja de la brújula señala algo más que un punto cardinal, señala el fin de la infancia. Y es emocionante cuando Edward G. Robinson dice, de espaldas, que va al sur. Unas espaldas que, en ese momento, parecen un oasis.
Por fin una película de aventuras para adultos, aunque un niño sea el protagonista. No hay tantas. Tras verla, cada día quiero más y más a los niños inocentes. A los inocentes, he dicho, porque el mismo Mackendrick se encargó de indicarnos que no todos lo son tanto, en la maravillosa e inolvidable "Viento en las velas"
berenice
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