He seguido algunos trabajos de David Lynch. Y desde que le vi dirigir al hombre elefante, supe que es un director que deja huella, cicatriz en las conciencias de los cinéfilos más bragados. La razón es simple, sin demeritar sus cualidades. Y es que en el episodio piloto de “Twin Peaks” Lynch sabe su oficio. Primero sumerge al espectador en un ambiente apacible, rural, tranquilo, mágico, natural. Y luego, al camuflaje del estilo “Hitchcock”, nos altera las emociones. Con un cuerpo envuelto, un cadáver arrojado del infierno en un lugar impensable. Nos mete a un Sherlock Holmes, para que nos identifiquemos con él. Luego el rollo paranormal. Finalmente un espíritu del error que no es desenmascarado sino muchos capítulos después, y ya no hablamos de secuelas en el cine. Porque esto es un gancho a una serie televisiva. Si les queda alguna duda, vean “Una historia verdadera” en donde una experiencia simple, se crece ante la esplendida narración a base de extraordinarios paisajes, lugares y escenarios. Un “Road Movie” ingenioso.
Volviendo a “Twin Peaks” episodio piloto, les diré que en México tenemos un dicho: “Pueblo chico, infierno grande” y esto es aplicable aquí, entre abetos y bosques de coníferas… donde no sabemos nada del alma humana. Hasta que Lynch nos acalambró.