Lo que hace aquí la joven directora Anna Biller es digno de elogio porque la chica lo hace prácticamente todo en esta película, menos actuar y poner la música. Ella se encarga de dirigir, escribir el guión, producir, decorar y poner la ropa a los protagonistas de esta obra difícil de clasificar, sentido y claro homenaje de lo que era el cine de la Hammer de los años 70, ese cine hortera, de colorido exagerado, de pobres interpretaciones y de erotismo femenino a rebosar. Aquí en España quizás podríamos hacer referencia al cine de Narciso Ibáñez Serrador y su hijo Chicho como exponente más claro para mí de este tipo de cine.

Es digno de elogiar, como decía, lo que la directora hace aquí con la fotografía y el ambiente de sus historia, con la música y con esos impresionantes vestidos que le hace poner a su protagonista absoluta, la neoyorquina de padres panameños e ingleses, Samantha Robinson, que está que se sale y que es uno de los principales motivos de que no le ponga menos nota a esta película. Ella es el alma de la cinta con su personaje de Elaine, una bruja que busca desesperadamente y a costa de lo que sea, enamorar a un hombre de manera que éste sea capaz de amarla tanto como ella a él. El resto de actores están de pena.
Un saludo,
"Tengo dos palabras: Amor perfecto y confianza perfecta".