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Voto de Juanjo Iglesias:
6
Drama Texas, principios del siglo XX. Una historia sobre la familia, la avaricia y la religión. Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) se traslada a una miserable ciudad con el propósito de hacer fortuna, pero, a medida que se va enriqueciendo, sus principios y valores desaparecen y acaba dominado por la ambición. Tras encontrar un rico yacimiento de petróleo en 1902, se convierte en un acaudalado magnate. Cuando, años después, intenta ... [+]
15 de febrero de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“There will be blood”, séptima película dirigida por Thomas Anderson, es una adaptación libre de la novela “¡Petroleo!” de Upton Sinclair, fue estrenada el 27 de diciembre de 2007 en el Fantastic Fest de Austin y no, no es una buena película, es simplemente interesante.

A pesar de sus dos Oscars de los cuales creo que sólo uno es merecido, y de sus múltiples nominaciones a todo tipo de premios, tiene un gran problema, una absoluta ausencia de capacidad para producir empatía entre sus personajes y el espectador y a pesar de su belleza, de poseer un alma lúgubre y voraz, de acercarse al cine negro en concepción y estética, no consigue emocionarme ni crearme esa sensación de que merezca la pena.

Contextualizada según la novela, en Texas a principios del Siglo XX, narra la relación de un poderoso empresario del petróleo con la familia, la religión, la ambición, el egoísmo y la venganza, a través de varios periodos de su vida.

Estos defectos se deben sobre todo a una dirección, que sin ser mala, no es la adecuada. Me refiero a la concepción de la película, a la idea global del director, creo que la idea es buena, pero falla en su implementación. Si analizamos por ejemplo su ambientación, es muy bella, pero es bella porque está muy bien fotografiada, no porque tenga buen vestuario o decorados.

El director de fotografía, y este es el Oscar que creo se merece, hace un trabajo excepcional. Esa sensación de desasosiego, de rabia, de odio y de soledad que maneja la historia, se ve perfectamente dibujada, por el objetivo y las lentes de Robert Elswit, habitual director de foto de Anderson, que en este caso, crea ese ambiente oprimido y obsesivo en base a contrastes de luz, sombras y paisajes crudos. Una fotografía metafórica y reveladora, que utiliza con maestría la profundidad de campo, para situar a los personajes en una especie de soledad épica y desoladora.

El guión tiene exclusivamente el valor que le otorga la novela y resuelve demasiadas situaciones de forma fácil y algunas de ellas no quedan del todo creíbles.

Day Lewis es un buen actor, pero este protagonista no me emociona como debería, encarnando a un personaje tan desagradable como interesante. Es convincente, pero abusa de tópicos, creo que Bogart era capaz de crear magia encendiendo un cigarrillo y creo que esto es lo que se le exige a Lewis, pero no lo consigue, creo que está sobreactuado y lo está por esta razón.

El que sí es interesante es Paul Dano. Un predicador cercano a la locura que le ofrece al actor la posibilidad de dejarse llevar y lo hace de forma convincente, es el clásico personaje que odiarías en la vida y amas en el cine. El casting fue muy acertado al elegir a Dano, por su habilidad interpretativa, pero además por esos rasgos faciales que hacen de Dano un perfecto interpretador de “pirados”.

La música de Greenwood, guitarrista de radiohead, es original, interesante y evocadora, pero en su mayor parte está totalmente descontextualizada.
Juanjo Iglesias
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