“La duda”, no es una película fácil y distendida, no es de evasión, no goza de glamur, ni de acción, pero sí que lo es de reflexión. Una película adulta, sobria y austera que habla de personas y comportamientos, de dilemas morales y espirituales que afectan al alma. Pero también de sospechas y conjeturas que mentes intransigentes e intolerantes siembran dudas y recelos, juzgando sobre apariencias o intuiciones, que sin pruebas se convierten en calumnia. En esta película cada uno de sus elementos formales está justificado, nada sobra y nada falta; se intuye un halo cartesiano, los planos procuran quedarse siempre con lo esencial porque de ese modo apreciamos mejor el nivel de austeridad que requieren a su alrededor los personajes de la historia.

Porque lo más importante de esta obra teatral de John Patrick Shanley, ganadora del premio Pulitzer y adaptada a la pantalla por él mismo, son esos personajes tan cercanos y magistralmente encarnados por unos actores en estado de gracia. Una Meryl Streep asombrosa, la hermana Aloysius, una mujer corroída por una rigidez moral anacrónica, su mirada y su tono inquisitorial aterra, dirige con mano de hierro un colegio religioso del Bronx, adonde llega el padre Flynn (excelente Philip Seymour Hoffman) cuyas ideas renovadoras van a traerle serios problemas. Una joven e inexperta novicia, la hermana James (Amy Adams), es aún demasiado ingenua, confiando a su superiora ciertas sospechas sobre el padre Flynn y un alumno. También la fotografía de Roger Deakins juega un gran papel, proporcionando una atmósfera glacial, de tonos oscuros, mortecinos y opresivos, en consonancia con el lugar donde suceden los acontecimientos: refectorios, pasillos, despachos y exteriores muy acotados, ese cielo gris que descarga una fuerte lluvia como bálsamo sobre las heridas del alma.

En 1964 se respiraban aires nuevos en la Iglesia Católica, El Concilio Vaticano II proponía una renovación que iba a cambiar planteamientos y maneras, pero ese mensaje no fue bien recibido por todo el mundo. Aparecieron curas y monjas progres, frente a una vieja guardia recelosa, y la hermana Aloysius pertenecía a esta última. “¿Qué hacer cuando no se está seguro?”, pregunta a sus feligreses y a nosotros mismos, el sacerdote en su homilía, las parábolas del padre Flynn durante los actos religiosos son de una profunda y comprometida reflexión moral, ante la intolerancia, la difamación y la condena sin pruebas a tus semejantes. El cineasta no pretende adoctrinar, tan sólo plantea la duda. Escrita en 2004, la obra coincide con los escándalos de pederastia que sacudió a la Iglesia Católica. “La duda” viene a proponer la incertidumbre como única forma de tolerancia. Nos recuerda la seriedad de ciertos hechos sin dejar de prevenirnos sobre cualquier reacción precipitada ante ellos. La historia ocurre en 1964, cuando un colegio religioso abrió sus puertas al primer alumno negro, cuando habían asesinado al presidente Kennedy, rompiendo las ilusiones del pueblo norteamericano. ¿Es quizá el padre Flynn una víctima del clima reaccionario que se palpaba?