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Voto de Antonio Morales:
5
Romance. Comedia. Drama Narra las desventuras románticas de dos norteamericanos que son músicos de jazz y tocan en un club nocturno de París. Ram va a la estación de San Lázaro a esperar al gran trompetista Wild Man Mooer. Allí conoce a dos turistas, Connie y Lillian, y las invita a ir al club donde toca. Por su parte, Wild Man le ha prometido que hará llegar su partitura a un importante empresario. (FILMAFFINITY)
2 de abril de 2017
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hiciésemos caso de ese cartel que preside la ficha del film, donde anuncia “Amor espectacular, tan personalmente excitante para sentir que te está sucediendo a ti”, nos podríamos sentir decepcionados. Y es que,“París Blues” no deja de ser un film rutinario sobre el mundo del jazz, que tiene todos los tópicos y clichés de este tipo de historias que terminan resultando empalagosas. Martin Ritt que tiene films muy interesantes aquí me ha defraudado, pues lo único que destacaría es su banda sonora, al parecer adapta una novela de un tal Harold Flender que no he leído y que no puedo saber hasta qué punto le es fiel, pero lo que deduzco enseguida es que toda la trama está al servicio de la estrella, en este caso Paul Newman que encarna a un músico inconformista de Jazz que le gusta componer y dedica todo su tiempo a ello y a ganarse la vida tocando en un club nocturno.

Lo malo de este tipo de historias de conflictos personales en que el protagonista pretende triunfar, es que está repleto de tópicos muy socorridos y reiterados: en esta ocasión le acompaña un amigo de color (Sidney Poitier) que actúa junto a él, y mientras van a recibir a un famoso trompetista (Louis Armstrong) a la estación del tren, conocen a dos turistas norteamericanas de visita en París, pero lo más casual es que una es blanca (Joanne Woodward) y la otra negra (Diahan Carrol) y además… ¡les gusta el jazz, por lo que quedan invitadas! La iluminación y el ambiente del club son los mismos que hemos visto mil veces, los frecuentadores del local son presentados de igual forma, mirando extasiados a los músicos y moviendo la cabeza al ritmo de la música, fumadores empedernidos de mirada lánguida, párpados caídos, mientras los músicos son por naturaleza, hombres libres y bohemios, de pensamiento profundo y existencialista, aunque digan perogrulladas como que “París es la ciudad del amor” y otras simplezas parecidas, y no sale Maurice Chevalier que era su valedor.

No faltan las dos historias de amor problemático que estriba entre volver a la tierra que los vio nacer o seguir con los coqueteos de la bohemia, el amor libre y todo lo que acompaña a la noche parisina. Por supuesto que no faltan la visitas turísticas a los lugares archiconocidos en la capital francesa con muchas panorámicas de tarjeta postal pero en blanco y negro. Todo muy previsible y sin sorpresas, los paseos románticos y el crucero en “Bateau mouche” por el Sena. Poco hay que reprochar a la Woodward que da muy bien el tipo de mujer moderna que toma la iniciativa ante los hombres, tampoco desmerece su amiga de color que pretende devolver al novio, al redil de la América con futuro para los negros. En cambio, muy penoso es ver a Newman y Poitier, empeñados en demostrar quién lo hace peor, el primero preguntando cada día al segundo, si hay mejor músico que él o no es bueno lo que compone, con respuestas que no hace falta reproducir por el almíbar que desprenden.

En la parte gestual, Newman se lleva la palma, como es habitual en el rubio de ojos azules, su cara de circunstancias, de músico incomprendido que no quiere relaciones serias con mujeres que sujeten su libertad, mientras sopla su instrumento henchido de orgullo ante la peña que le aplaude y le comprende, el título en español refleja claramente la mansedumbre del discurso: “Un día volveré” imaginamos que para ser profeta en su tierra. Siempre nos quedará el Newman de “El buscavidas”, “El golpe”, “El color del dinero” o “Veredicto final”, porque ese es el verdadero actor del que guardo mejores recuerdos.
Antonio Morales
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