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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Invierno de 1944. Lucía (Lucía Jiménez), una joven de 21 años, regresa a un pequeño pueblo de montaña. Allí encuentra a Manuel (Juan Diego Botto), un joven herrero que colabora con los maquis: guerrilleros que, ocultos en la sierra, no se resignan al triunfo del franquismo. Lucía empieza a sentirse atraída por Manuel, sobre todo por el valor que muestra al jugarse la vida para defender sus ideas. Cuando, por fin, Manuel se echa al ... [+]
1 de febrero de 2016
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Montxo Armendáriz es un cineasta lúcido, locuaz y sigiloso, de intimistas historias impregnadas de humanidad, de obra pausada y expresión serena, de una fuerte coherencia estilística en el conjunto de su obra. Sus personajes siempre en rebeldía, a veces de forma airada, otras de forma silenciosa, se niegan a aceptar el rol social en el que se les pretende recluir. En esta ocasión escribe y dirige, además de producir por primera vez con su propia productora. “Silencio roto” es una rigurosa indagación en la memoria histórica del maquis desde la novedosa perspectiva de las mujeres que vivieron siempre en el ojo del huracán, en los pueblos, casas, calles y plazas, que de forma cotidiana sufrieron en torno a la actividad de la guerrilla, al contrario de lo que se solía mostrar siempre, desde el subjetivismo masculino de aquellos quiméricos guerrilleros que escondidos en las montañas se negaban a entregarse al régimen franquista, esperanzados quizá en un giro inesperado de la Historia, tras la victoria de los aliados contra el fascismo alemán.

El cineasta elige la mirada de una chica de 20 años para articular un relato que, a pesar de su férrea y unitaria focalización narrativa en un pequeño pueblo en las montañas de Navarra, tiene un claro protagonismo colectivo sustentado, mayoritariamente, por un amplio muestrario de mujeres que expresan diferentes actitudes y posicionamientos ante el conflicto. Lucía conduce el relato de esta silenciosa y desgarrada epopeya coral, donde también tienen su propio sitio, Teresa, Lola, Sole, Rosario y Juana, cada una con sus propios miedos para enfrentarse a la sinrazón de cada día. Sobre todas ellas, pero también sobre los hombres del pueblo y del monte (Manuel, Hilario, Cosme, Matías, Sebas, Genaro) brotan una serie de relaciones subterráneas, de ilusiones quiméricas, de agravios que permanecen sin cicatrizar, de acontecimientos del pasado que condicionan de forma determinante el presente.

Un guión inmejorable cargado de relaciones subyacentes que se integran con armonía y aparente naturalidad, dentro de la fisicidad del escenario campestre y los ambientes opresivos. Una galería de retratos humanos enriquecidos, precisamente, por las hondas raíces que todos deben a su hábitat. El amor sufrido de Lucía hacia Manuel, las calladas relaciones que Teresa e Hilario arrastran desde el pasado, la enemistad enconada que viene de lejos entre Cosme y Matías, las cartas que recibe Genaro que le permiten mantener la ilusión de que la lucha tiene un sentido, los ajustes de cuentas entre los maquis, son historias que circulan por los márgenes, sugerencias que se cuelan por las rendijas de la narración central, inyectando vida y aliento poético a las imágenes. La represión por el poder establecido encarnado por la guardia civil y la lucha por la libertad de los maquis agazapados en el monte, producen un reguero de muertes, de asesinatos y de lágrimas de desolación que van minando las esperanzas de los afligidos. Jamás se ha reflejado con más lirismo y lucidez aquella época.
Antonio Morales
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