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Voto de Antonio Morales:
7
Documental Leopoldo Panero, poeta, murió en Astorga, donde había nacido, en el año 1962. Catorce años más tarde, las personas que más íntimamente estuvieron ligadas a él, Felicidad Blanc, su viuda, y sus tres hijos, recuerdan aquel caluroso día de agosto. El recuerdo queda sometido a algo más que aquella fecha. Surgen otras vivencias. Y a través de la palabra y del recorrido por habitaciones, objetos, calles y lugares perdidos, se desvela la ... [+]
18 de diciembre de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A diferencia de otros documentales que se realizaron tras la muerte de Franco, “El desencanto” no se sirve de la Historia, ni tampoco la crónica de sucesos, su materia prima es mucho más modesta, algo así como una pequeña saga familiar, los Panero, contada a media voz, pero, a la vez, su resonancia es de una impresionante amplitud, se presenta como una sibilina metáfora no sólo de toda una época de nuestra historia, que justo terminaba entonces, sino también de una cuestión mucho más universal, la institución familiar. Tanto el padre poeta como sus tres hijos eran alcohólicos y éstos últimos eran escritores, intelectualmente brillantes pero con problemas mentales, todos ellos aparecen como espectros del pasado.

La película, más allá de un docudrama, su riqueza formal y temática, resulta aún hoy inagotable, lo que refleja en mi opinión, es la decadencia de la célula familiar, indagando la verdad sobre la gran mentira de la familia española, patriarcal, católica y franquista. Chávarri dedica un esfuerzo analítico despiadado y amargo mediante los propios comentarios y recuerdos que manifiestan los miembros de la saga. No cabe duda que la obra tiene más de representación y actuación que de realidad. “El desencanto” cuestiona la figura del padre – protagonista ausente de la película, al que nunca vemos ni una foto – en la familia española. El film se abre y cierra con la figura de la estatua del poeta Leopoldo Panero erigida en Astorga, aún sin descubrir, 12 años después de su muerte y las reflexiones de sus deudos es el nudo dramático de la historia.

Por un lado, el aspecto meramente testimonial, la viuda Felicidad Blanc y los tres hijos del poeta lírico y oficial del régimen, confesando sus más turbadoras intimidades ante la imperturbable cámara de Chávarri: los sueños rotos de la burguesía provinciana encarnada en la madre, una mujer de muchas aristas, y el “desencanto” de la generación más joven representada por Leopoldo María, Juan Luis y Michi, desperdiciada entre una infructuosa lucha política y la consiguiente angustia existencial. Por otro, es un gran melodrama con reminiscencias del cine de Visconti que se ocultan baja una tenebrosa fotografía en blanco y negro de Teo Escamilla, la patética decadencia de una familia fundada en los sueños de grandeza de la posguerra y convertida, al fin y a la postre, en una triste sombra de lo que pudo ser.

El constante roce entre esos dos enfoques de la materia prima documental, que incluye filmaciones de la casa familiar, poemas en “off”, la realidad recogida por la cámara y las evocaciones metafóricas que sugieren las imágenes, todo ello unido a la música de Franz Schubert produce un extraño resultado. Convierte lo que en principio son personajes y hechos reales en una especie de relato alucinado, cuya baza no es tanto lo que nos cuentan de sí mismos como lo que el espectador puede leer entre líneas. La realidad pues, se convierte en ficción, y los Panero en protagonistas de una extraña, desoladora tragedia escrita y puesta en escena por ellos mismos.
Antonio Morales
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