Emotivo melodrama de Leo McCarey que aborda el tema de la tercera edad. Sin maniqueísmos ni sentimentalismo facilón, te seduce desde la primera escena, el cineasta nos relata una historia atemporal, que se repite generación tras generación, la falta de humanidad, de sensibilidad con nuestros mayores que intentamos apartar cuando ya no nos sirven y nos estorban, olvidando que gracias a sus sacrificios y sus desvelos somos alguien. La vieja pareja muestra un amor tierno y sincero inalterable a los años y lo que es de admirar, cómo aceptan y perdonan el egoísmo de sus hijos.

McCarey domina con asombrosa facilidad en este portentoso melodrama los mecanismos de la emoción, sabe captar la emoción y atraparla, con una puesta en escena aparentemente invisible, no siendo tan simple como parece. Un cineasta que no necesita subrayar y que siempre prefiere sugerir a mostrar. El humor también está presente en sus obras, su origen irlandés es buena prueba de ello. Aunque nunca ha disfrutado del reconocimiento de la crítica, sí que fue valorado por sus compañeros de oficio.

Orson Welles tras ver la película afirmó: “Si no te asaltan las lágrimas durante la media hora final es que careces de sentimientos o te lo tienes que hacer mirar”. Leo McCarey reinventó la comedia y el melodrama convirtiéndolos en vasos comunicantes entre sí. Formado en el cine mudo, no olvidado pero sí relegado a una segunda o tercera condición de entre los directores clásicos, McCarey no necesita aniversario ni onomástica para que volvamos sobre su obra, sus películas son imperecederas.