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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Un tiránico y manipulador productor de cine (Kirk Douglas), que ha caído en desgracia, pide ayuda a un director (Barry Sullivan), a una actriz (Lana Turner) y a un guionista (Dick Powell), a los que ayudó a triunfar, pero que tienen sobradas razones para detestarlo. Los tres le reprocharán su falta de escrúpulos para alcanzar el éxito sin reparar en las personas a las que traicionaba o engañaba.
25 de junio de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Bad and the Beautiful” (lamentable título español para este gran film), es un retrato cruel del mundo de Hollywood, menos negro pero más matizado que el ofrecido por Billy Wilder en “Sunset Boulevard”, y también menos blando y complaciente que el de Françoise Truffaut en “La nuit americaine”. Se desarrolla en la época de los grandes estudios y su política de producción, lo cual parecería conferirle, en principio, fecha de caducidad, pero afortunadamente, eso es una base como cualquier otra para reflexionar sobre otras cuestiones subterráneas que le han asegurado su supervivencia, a través de los años.

Es cierto que el paso del tiempo se hace notar en ciertos aspectos del film, cómo, por lo demás sucede en casi todos los films, desde Griffith hasta Fellini, pasando por Godard. Cada época dispone de un “barniz”, cultural o formal o ambas cosas a la vez, que se aplica sobre la superficie de los films rodados en ella; pero debajo de esa superficie existen cuestiones que el barniz no puede deformar, y que a menudo apuntan a la condición humana, con sus virtudes y sus miserias, el espíritu emprendedor, la ambición por triunfar, el narcisismo, el hedonismo y los caprichos del destino, todo ello vestido de melodrama como tan estupendamente sabía filmarlo Vincente Minnelli.

Tres personajes son convocados por un productor en horas bajas: un realizador de serie B, Fred Amiel (Barry Sullivan); una actriz, Georgia Lorrison (Lana Turner), una alcohólica anulada por la memoria del padre; y un escritor, James Barlow (Dick Powell), enamorado de su pipa, su mecedora y su máquina de escribir. Son citados al Estudio para colaborar en una nueva película del productor Jonathan Shields (Kirk Douglas), un magnate sin escrúpulos del que los tres personajes rememoran su relación a tres bandas, mediante tres esclarecedores “flash-backs”. Por supuesto, a cada uno de ellos le sobran motivos para odiarlo, aunque todos ellos le deben el triunfo.

La admirable intensidad de este gran film sobre el mundo del cine, no proviene sólo de los personajes y las relaciones que mantienen entre sí, sino del cuidado puesto por Minnelli para encontrar en el registro del detalle una pulsión dramática que siempre va más allá de su significado argumental más aparente. Es también la puesta en escena con esos “travellings” suntuosos y descriptivos, esa elegancia a la hora de narrar. Un mundo turbio donde la amistad, el amor y la lealtad no tienen cabida, como demostrará fehacientemente Jonathan Shields, un personaje con más sombras que luces. Un gran clásico a recordar, en el que siempre se encuentran cosas que aprender e ideas para reflexionar, porque el cine no es sólo entretenimiento, es arte y reflexión.
Antonio Morales
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