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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Biografía de un famoso artista japonés. Utamaro es un célebre pintor especializado en el retrato femenino, y sus mejores modelos proceden de los prostíbulos de Tokio. Pero pronto, su arte se convertirá en un trabajo peligroso. (FILMAFFINITY)
19 de septiembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Mizoguchi, además de muy bello, fue ciertamente, un cine violento, pero de una violencia más interna que externa, en las antípodas de lo que hoy en día suele catalogarse como violencia fílmica. El maestro sabía que la violencia no sólo es inherente al ser humano, sino que está inscrita en las leyes de la propia naturaleza. Además, y como acontece con todo verdadero gran artista, Mizoguchi maneja los conceptos hasta sus últimas consecuencias que suele desembocar en el enfrentamiento y la discordia.

Utamaro es un artista genial e independiente, ajeno a tendencias y dogmas académicos, sin atender a las servidumbres del orden establecido, “Yo pinto sin temor al poder ni a la espada”, afirma solemnemente, concentrado en la consecución de un ideal de belleza artística casi inalcanzable. Pero sus grabados han ofendido al Shogun por lo que es castigado sin poder pintar, además del desagrado de la élite artística, incapaz de asimilar tal exceso de singularidad, y que sus modelos sean, precisamente, cortesanas, prostitutas y “gueishas”, las habitantes del “Mizu-shobai” (Mundo Flotante), es decir, las víctimas de la marginalidad y la pobreza, cuyos retratos no son realistas, sino representaciones idealizadas, inmateriales, plasmadas con un dibujo muy expresivo.

La cinta aprovechaba la mayor permisividad erótica que trajo la nueva censura tras la guerra que, por otra parte, prohibió la exaltación del sistema feudal y la utilización de los sables en las películas históricas. No es una biografía sobre el célebre pintor Kitagawa Utamaro (1753-1806), el guionista Yoshikata Yoda, se basó en una novela de Kanji Kumieda sobre el artista, pero pretendió, en realidad, realizar un retrato del propio cineasta a través del protagonista de la historia. La película de Mizoguchi es un bello melodrama filmado de forma elegante y conmovedor, ceremoniosos “travellings” se combinan con largos plano-secuencia sin apenas montaje; en consecuencia, los primeros planos escasean, y solamente los dedicados a dos mujeres rompen la norma: el de la bella Oman, vista por Utamaru mientras pesca, y el de Okita, traicionada por los celos.

El film ilustra las ideas que sobre el cine, sobre la poética del arte en definitiva, tenía Mizoguchi: la perfección técnica sumada al estímulo plástico de la belleza femenina por parte de un adorador de las mujeres, cuya fascinación llega a ser un fin en sí mismo. Un film lleno de sensibilidad y erotismo soterrado, de amores imposibles, de pasiones desbordadas, en el que Utamaro pinta a las modelos de piel blanca y delicada, hechizado por la atracción de las féminas, enfundadas en seductores kimonos, de gestos delicados, casi voluptuosos que el pincel del pintor traza con precisión con la mirada absorta de Utamaro, la pose provocativa de Takasode, la admiración contenida de los amigos y discípulos del pintor, contemplando cómo trabaja el apasionado maestro.
Antonio Morales
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