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Voto de The Quiet Man:
10
8.2
12,707
Drama
En un pueblo minero de Gales viven los Morgan, todos ellos mineros y orgullosos de serlo y también de respetar las tradiciones y la unidad familiar. Sin embargo, la bajada de los salarios provocará un enfrentamiento entre el padre y los hijos; porque mientras éstos están convencidos de que la unión sindical de todos los trabajadores es la única solución para hacer frente a los patronos, el cabeza de familia, en cambio, no quiere ni ... [+]
8 de abril de 2013
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra maestra del cine y de visionado indispensable para conocer las nociones esenciales del cine de Ford. Lo que hace todavía más admirable esta película, que recoge tan bien las características personales y fílmicas de Ford, es que sea una realización de encargo. No fue idea del genial cineasta adaptar la novela de Richard Llewellyn, sino que le llegó un guión terminado de un proyecto venido a menos: del color, de las localizaciones en Gales y de las grandes estrellas con Katharine Hepburn, Laurence Olivier y Tyrone Power a la cabeza, se pasó al blanco y negro en los paisajes de California con actores desconocidos y secundarios.
Con casi treinta años de oficio a sus espaldas, Ford cristaliza todo el saber acumulado en un ejercicio de estilo depurado y clásico, que le lleva a su doctorado cinematográfico. La síntesis narrativa de esta película está al alcance únicamente de los grandes maestros. En solo dos horas (el proyecto inicial se iba a las cuatro horas) nos cuenta los sucesos de una familia durante medio siglo, en donde -a pesar de ser una película coral- los personajes van quedando perfectamente definidos, además de hacernos conscientes de la dura realidad social que los rodea.
La película destaca por su fuerza visual, consecuencia de una fotografía excepcional, bella y profunda -cada fotograma es digno de enmarcarse- a la que se une una composición muy cuidada y estudiada de las secuencias. La primacía de estos elementos sobre los diálogos consigue que la película se beneficie de una impronta poética que destaca en la dureza de una historia de imposibles, pérdidas y despedidas. Baste como ejemplo de todo ello la breve secuencia de la marcha de los hijos del hogar familiar: mientras el padre recita la biblia y la madre cierra los ojos en la mecedora, los hijos abandonan la estancia; ya éstos fuera del plano-secuencia, los padres reaccionan al sonido de la puerta. La hondura sentimental que se consigue en apenas unos segundos, provocada por la delicadeza del tratamiento de un momento tan amargo, resulta turbadora del ánimo del espectador. El sucesivo encadenado de estos momentos sublimes logran que la película no deje a nadie indiferente, y permite múltiples lecturas en posteriores revisiones.
Haciendo mías las palabras de Llewellyn: Las películas como “¡Qué verde era mi valle!” no pueden morir.
Con casi treinta años de oficio a sus espaldas, Ford cristaliza todo el saber acumulado en un ejercicio de estilo depurado y clásico, que le lleva a su doctorado cinematográfico. La síntesis narrativa de esta película está al alcance únicamente de los grandes maestros. En solo dos horas (el proyecto inicial se iba a las cuatro horas) nos cuenta los sucesos de una familia durante medio siglo, en donde -a pesar de ser una película coral- los personajes van quedando perfectamente definidos, además de hacernos conscientes de la dura realidad social que los rodea.
La película destaca por su fuerza visual, consecuencia de una fotografía excepcional, bella y profunda -cada fotograma es digno de enmarcarse- a la que se une una composición muy cuidada y estudiada de las secuencias. La primacía de estos elementos sobre los diálogos consigue que la película se beneficie de una impronta poética que destaca en la dureza de una historia de imposibles, pérdidas y despedidas. Baste como ejemplo de todo ello la breve secuencia de la marcha de los hijos del hogar familiar: mientras el padre recita la biblia y la madre cierra los ojos en la mecedora, los hijos abandonan la estancia; ya éstos fuera del plano-secuencia, los padres reaccionan al sonido de la puerta. La hondura sentimental que se consigue en apenas unos segundos, provocada por la delicadeza del tratamiento de un momento tan amargo, resulta turbadora del ánimo del espectador. El sucesivo encadenado de estos momentos sublimes logran que la película no deje a nadie indiferente, y permite múltiples lecturas en posteriores revisiones.
Haciendo mías las palabras de Llewellyn: Las películas como “¡Qué verde era mi valle!” no pueden morir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
1941 es el año de “Ciudadano Kane” y “¡Qué verde era mi valle!”, dos prodigios de la narrativa cinematográfica que parten de principios diferentes. Orson Welles es la individualidad creativa; en su primera incursión cinematográfica, innova el lenguaje con una realización inédita que rompe con los tabús sobre el uso de la cámara y el montaje. Ford, en cambio, es tradición; respeta las convenciones formales del lenguaje y su excepcional talento le lleva a engrandecerlo y superarlo. Dos caminos opuestos para alcanzar la culminación creativa: la ruptura y la continuidad.
Tuvo que ser una noche memorable la del 26 febrero de 1942 en Hollywood, aparte de Welles y Ford, estaban como compañeros en las nominaciones a los Oscar, John Huston con “El halcón maltés”, William Wyler con “La loba”, Hitchcock con “Sospecha” y Howard Hawks con “Sargento York”.
Tuvo que ser una noche memorable la del 26 febrero de 1942 en Hollywood, aparte de Welles y Ford, estaban como compañeros en las nominaciones a los Oscar, John Huston con “El halcón maltés”, William Wyler con “La loba”, Hitchcock con “Sospecha” y Howard Hawks con “Sargento York”.