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Voto de daninternet:
8
Cine negro. Drama. Romance. Thriller Johnny Farrell (Glenn Ford), un aventurero que vive de hacer trampas en el juego, recala en Buenos Aires. Allí lo saca de un apuro Ballin Mundson, el propietario de un lujoso casino, que acaba haciendo de él su hombre de confianza. Un día, Mundson le presenta a su esposa Gilda. Su sorpresa no tiene límites: fue ella precisamente quien lo convirtió en lo que es: un ser cínico y amargado. (FILMAFFINITY)
12 de octubre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que recuerdo que oí nombrar a Gilda, fue de niño, cuando todavía vivía en casa con mi familia. No estaba yo para sentimentalismos nocturnos, enfocado más en otras cuestiones de crecimiento personal, así que no mostré mucho interés.

Con el paso del tiempo, tiendes a mirar hacia atrás, y olvidar el presente para refugiarte en cualquier tiempo pasado, que no sabemos si es mejor, pero que recupera las conexiones neuronales. Ya la había visto unas cuantas veces, cuando mi monitora de un taller de lectura me dijo que se sabía de memoria la entradilla de la peli. Yo, que recordaba el principio, le insinué si podía situarme a Glenn Ford jugando a los dados en los muelles de Buenos Aires, pero mi monitora enmudeció y cambió de tema. En el mismo taller, otra compañera me comentó que era su peli favorita. Razón de más para investigar en su trama, más allá del pseudoerotismo del guante y de la bofetada más marcada de la historia del cine.

Cuando uno hace su propia suerte, es fácil que encuentre a alguien con la misma tribulación. Y que, encima, le salve la vida y le dé un trabajo (no sin ganárselo antes), y hasta le confíe a su propia esposa para protegerla. Son cosas de suerte, como también lo es recuperar a un viejo amor, presuntamente vivido kilómetros más arriba, pero que, por efecto de los tumbos que da la vida, se vuelve a revivir.

Al montar mi club de cine, tuve que hacer preguntas sobre la película a los presentes. Pensando que serían demasiado fáciles, se me ocurrieron algunas rebuscadas, como el prefijo del teléfono de Gilda, que implicaba conocer las regiones argentinas, y que, cualquiera que no estuviera familiarizado con ellas, debía acudir a San Google. Nombres de hoteles, horarios para cometer fechorías o títulos de canciones figuraron entre ellas, pero lo que más me importaba era el análisis en sí de las escenas o de los personajes.

Me sigue llamando la atención que un buscavidas tramposete no se altere cuando le llaman paleto repetidas veces, incluso cuando alcanza puestos de responsabilidad y puede cepillarse a quien quiera, en el sentido decente de la palabra. Pero parece que algunos son libres para pensar como les plazca, siempre que sean honestos, o eso quiere decirnos la película.

Conocer a alguien para casarse al día siguiente, siendo alguien tan frío, sereno y flemático como Ballin Mundson es tan poco creíble como probable hoy en día. Esos matrimonios por impulso y por “quedarse con la guapa” para comprarla recuerdan un poco a la Rebeca de Hitchcock, aunque sólo en el aspecto de la velocidad de firma en el juzgado. Lo irreal no se queda en ese plano, pues hay varias pantomimas que nadie se cree, como que dos personas que están tirándose los trastos a la cabeza y discutiendo constantemente, luego nos digan que las correrías y las presuntas infidelidades eran sólo bromas divertidas.

En fin, película con muchos matices que analizar y compartir.
daninternet
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