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Voto de Vivoleyendo:
8
Terror. Drama Owen es un niño triste (Kodi Smit-McPhee), maltratado por sus compañeros de clase y abandonado por sus padres divorciados; sin embargo, algo cambiará en su solitaria vida cuando conozca a Abby (Chloe Moretz), una nueva y misteriosa vecina, que vive con su silencioso padre (Richard Jenkins), y con quien entablará una particular amistad. Remake norteamericano de la celebrada película sueca "Déjame entrar" ("Let The Right One In"). (FILMAFFINITY) [+]
8 de febrero de 2011
46 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Matt Reeves ha hecho suya una película que en su primera versión sueca ya era esplendorosa. Y cuando digo que la ha hecho suya, lo digo con el mayor de los respetos por su gran labor. Porque ha conseguido que yo haya revivido ese frío áspero de dos criaturas solitarias que se buscan entre las miserias. Un chico y una vampiro que remontan la glacial nieve y la helada temperatura emocional que los rodea para adentrarse juntos en un universo cálido, sólo para ellos, un pacto sellado con amor, sangre, dolor, miedo y entrega.
Una atípica pareja de preadolescentes al margen de lo corriente. Reeves vuelve a subrayar, como ya lo hizo excelentemente Thomas Alfredson, ese desamparo mordiente, ese aislamiento en el que muchos jóvenes trastabillan caminando de puntillas por el borde de un precipicio abierto entre ellos y la sociedad. La atmósfera originaria se conserva intacta. Owen es una leve sombra callada que soporta los golpes y humillaciones de la vida parapetándose en su interior. El rostro de su madre fuera de campo, el ser más cercano de Owen y el más lejano también, ambos conviviendo pero a miles de kilómetros uno de otro entre las mismas paredes. Ella nada sabe de lo que desfila por el alma del muchacho, nada sabe de la hondura de sus heridas. O, si lo intuye, comprende que es él quien ha de abrirle la puerta y dejarla entrar. Cosa que él no hace. Como tantas madres y tantos hijos, se quieren pero no se comunican.
Esa misantropía de los marginales sobrevuela tan brillantemente aquí como en la versión sueca, en un clima inhóspito azotado por un invierno que procede más de dentro que de fuera.
En su mutismo de muchacho que se lame a escondidas las vejaciones, observa y contempla, sin decidirse a actuar. En su círculo que parecía no tener salida, aparece Abby. La afinidad de los marcados por cargas que no han pedido pero que llevan sobre las espaldas fluye entre ellos desde el primer encuentro.
Y él la dejará entrar.
Una de las historias de amor adolescente más inquietantes que se han trasladado a la pantalla. Su amor es la aceptación incondicional. Es la comprensión sin palabras, sin complicaciones. Es tener delante lo más oscuro del otro y, sin embargo, seguir amando. Amar un poco más cada vez, tras cada beso de sangre, tras cada abrazo que deja manchas rojas en la ropa y que huele a metálico, a algo salvaje e incontrolable. Es amar notando el tacto de su piel que no recuerda lo que es sentir frío, temiendo y deseando unas manos que poseen fuerza sobrehumana. Y que para él, sólo para él, son tan suaves, tan gentiles.
Es amar en un infierno que para ellos es un paraíso encriptado, secreto, obviando el horror, la tragedia y la condena.
Hay corazones que no mueren aunque estén teñidos de muerte.
Vivoleyendo
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