A grandes rasgos funciona. También es cierto que en cierta medida hace recordar por el elemento religioso del serial killer y por el clima lluvioso a “Se7en” de David Fincher. Pero no por ello se puede negar que es una película interesante, que mantiene atento al relato en gran parte del metraje donde sólo al final decae en intensidad porque su desenlace resulta relativamente apresurado y previsible.
Pero el filme es una obra que atrapa en sus variantes porque tiene saludable ritmo narrativo, porque posee inquietante y sórdida atmósfera, porque hay bastante truculencia en su impronta con algunos giros retorcidos y morbosos, porque goza de interesantes interpretaciones –en especial la de Christopher Lambert, quien sostiene muy bien el personaje de detective perturbado que debe elucidar el caso más importante de su vida-, porque el conflicto principal está bien armado –aunque por allí tenga algunas imprecisiones lógicas- desde la intriga y desde su clima mortuorio, porque también está bien filmada donde los escenarios rancios y putrefactos dan una sensación de corrupción tremenda y ello suma a la hora del balance general, porque la fotografía de Jonathan Freeman le otorga un cariz sombrío donde se sugiere inquietud
Como dato curioso se puede ver a David Cronenberg como cura que ayuda, aunque es muy fugaz su aparición en el filme.
En fin, siguiendo la línea de “Se7en” esta cinta sacada directamente al video cumple con su propósito de absorber en su misterio y en su maléfica escabrosidad.