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Voto de travis braddock:
7
Drama Verano de 1943. En un lugar de la Francia ocupada, no lejos de la frontera española, vive retirado un viejo y famoso escultor que se siente hastiado de la vida y de la locura de los hombres. Ya nada es capaz de animarle, de servirle de estímulo. Sin embargo, con la llegada de Mercé, una joven española que se ha fugado de un campo de refugiados y que le servirá de musa, renace en él el deseo de volver a trabajar y esculpir su última obra. (FILMAFFINITY) [+]
22 de octubre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva cinta de Fernando Trueba es una interesante reflexión sobre el poder de la belleza y el arte como modo de buscar la verdad, como evasión de un mundo ingrato, como éxtasis de los sentidos, como manera de dar sentido a la vida. Con un blanco y negro que transporta a la época en la que está ambientada, la historia no cuenta nada nuevo con un anciano que vuelve a la vida con la llegada de una bella joven, pero eso no importa.

Trueba se deja de manierismos y firma una película sobria, en la que el sonido fluye sin naturalidad, sin subrayados musicales (la banda sonora no suena hasta el final), en la que somos testigos de la relación que se establece entre un apático artista de vuelta de todo y una chica poco culta e impulsiva. De cómo tras años retirado del trabajo, los bellos rasgos de la muchacha le harán recuperar el entusiasmo de modelo de cara a tratar de captar la verdad, de crear algo perdurable a través del desnudo femenino, como hicieron los griegos clásicos. Esa relación se verá puesta a prueba con la llegada del mundo exterior (un refugiado herido, un militar nazi), que sigue su discurrir fuera de las cuatro paredes del estudio.

Aparte de la buen mano de Trueba en la puesta en escena y la dirección hay que destacar la buena labor de su pareja protagonista, el siempre efectivo Jean Rochefort y la bella Aida Folch, a la que descubrí hace años en el corto "Amar" y que me ha conquistado en esta película, tanto por su precioso cuerpo de mujer real como por su actuación. Ambos no hablan mucho y tampoco se preguntan mucho de su vida pasada, pero en todo momento se intuyen muchas cosas de ellos solo con sus actos y sus miradas. Tampoco quiero olvidarme de la veteranas Claudia Cardinale y Chus Lampreave, como esposa y sirvienta del artista respectivamente, que defienden unos papeles algo más breves de lo que habría sido deseable.

Una buena película, de las que te dejan pensando una vez han acabado, de las que te dejan con ganas de volver a verlas.
travis braddock
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