La verdad, me ha sorprendido mucho el cinismo en algunas críticas y sobre todo en la puntuación total tanto de Sensación de vivir, como de Melrose Place. Dos suspensos que no logro entender y es que estas dos series/telenovelas norteamericanas marcaron toda una generación (y no la mía, precisamente), pero recuerdo que todos hablaban de ellas, todo el mundo conocía las tramas y los enredos entre Dylan, Brandon, Brenda y Kelly o Donna y David, en sus idas y venidas (o las de Amanda, Jane, Allison, etc).

Centrándome en la primera no puedo escribir cómo se vivió su estreno, pero sí cómo viví las continuas reposiciones que no dejaban de dar por televisión (lo que dice bastante del enorme éxito de la ficción), y reconozco que a mí, en un primer momento, siendo una preadolescente, Sensación de vivir no me gustó, aún así vi muchos capítulos sueltos y sabía quién estaba con quién y muchos detalles, porque a muchas de mis amigas les encantaba o lo leíamos en la Súper Pop. Recuerdo estar enamoradísima de Dylan y de Brandon, y de que Brenda me caía fatal y no mucho mejor era Kelly. Sin embargo, también en alguna reposición, me enganché a su hermana menor, Melrose Place (aunque ahora me voy a centrar en desgranar un poquito Beberly Hills).

Hace unos meses y a falta de series interesantes en cualquiera de las plataformas, decidí darle otra oportunidad a este clásico y cuál fue mi sorpresa que terminé viendo casi todas las temporadas sin pestañear, aunque he de reconocer que me he saltado episodios (como los de navidad o tramas que me aburrían, sobre todo en las temporadas tres y cuatro). Me explico, aunque mi amor hacia Luke Perry siempre ha sido incondicional, sus tramas me han resultado demasiado forzadas. A Shannen Doherty no hay quien la aguante, ni esta ni en ninguna de sus series y eso que era de las que mejor actuaba, pero es un peñazo de tía. Jason Priestley es demasiado buenista y moralista. Nunca entendí el odio tan intenso hacia Tori Spelling (que no tiene la culpa de ser la hija de papá) y que dentro del elenco no era ni de lejos la peor actuando.

Fue un alivio cuando se marcharon tanto Brenda como Dylan. La serie mejoró bastante con la llegada de la malvada Valerie (que trabaja bastante bien) y hacía que los capítulos fueran más dramáticos y emocionantes a partes iguales.

En general la serie siempre se dirige en el mismo sentido. El capítulo comienza con alguno de los protagonistas haciendo algo malo para terminar haciendo lo correcto. En ese aspecto es la ficción que cualquier padre querría que vieran sus hijos. Todos cometemos errores, pero muchos se pueden arreglar.

Me he quedado en la octava temporada, con la llegada del guapísimo Noa y de una jovencísima Hilary Swank y de momento la he dejado aparcada para recordar un poco las historias en Melrose (que sigue gustándome mucho más, aunque sorprendentemente tenga peor nota que esta). Sé (como todo el mundo) que va a volver Dylan (lo que en parte me echa un poco para atrás), aunque seguramente la terminaré de ver en algún momento.

Darren Star y Aaron Spelling hicieron el gran tándem de los 90 y principios de la década del 2000 y eso es algo que no les puede quitar nadie, por eso no entiendo los suspensos o las terribles críticas. Ni siquiera yo, que me he saltado un montón de capítulos puedo darle un tres o un cuatro, porque al final estoy aquí, escribiendo sobre ella, habiéndome tragado temporadas enteras ya de adulta; que me he reído con Valerie y me he enfadado con la tonta de Brenda o con Kelly, que son tal para cual. Siempre escribo que si una película o una serie te cala en cierta manera, te entretiene pero no te apasiona pues se le pone un cinco, porque me encantaría ver a todos los quejicas que se han tragado las diez temporadas (para más inri) haciendo algo mejor ellos mismos.

Y no le voy a dar un cinco, le doy un seis, porque con algunos personajes he disfrutado realmente. Y no, ninguno va a ganar un Oscar ni va a aparecer en una buena película, de esas por las que babeamos los cinéfilos, pero no merece tener un 4,6, qué peores cosas hemos visto todos.