Sergio Leone recurre aquí nuevamente al género que mejor se le dio, el spaguetti western, una adulteración de todas las reglas y convenciones de lo que se consideraba una buena y clásica cinta del Oeste. Tony Montana lo clava en su crítica cuando habla de esos tipos antiheroicos que están peligrosamente cerca del papel de villanos.

Un estupendo reparto de actores italianos acompaña y arropa a un Clint Eastwood comodísimo, puro en la boca incluido, para efectuar ese rol que hacía como nadia; igual que ocurría con John Wayne, era un artista como una casa, pero, ¿cómo no obligarle a repetir una y otra vez aquel mismo arquetipo? Nadie en el mundo lo hace mejor.

Una historia violenta y oscura a la que quizás le falte el humor negro de otros productos de este mismo equipo, aunque, bendita sea, vuelve a contar con la banda sonora de un genio, de un tipo que eleva a la categoría de tragedia griega un tiroteo entre unos cuatreros.

Una historia extraña, si Lucky Luke viese a este siniestro extraño jugando a ser Ulises y alimentarse de la guerra entre Capuletos y Montescos, volvería a darse el tabaco tras haberlo abandonado. Todo por un puñado de dólares bañados por sangre.

Copiando un estupendo título de una reseña anterior de un compañero de Filmaffinity, un Leone menor, pero sigue siendo mucho Leone.