"Deadpool" fue una agradable sorpresa dentro de la franquicia cinematográfica mutante. Con menos presupuesto que otras, la comedia gamberra sobre el mercenario bocazas, bebiendo claramente de la mejor etapa del personaje con Joe Kelly a la cabeza, funcionó de maravilla en taquilla. La secuela era cosa cantada. La primera duda era si se iba a domesticar el tono que tantos problemas dio a la hora de catalogar las edades para ver este film.

David Leitch, con una amplia experiencia en el mundo de los efectos especiales, se muestra a la altura de su predecesor. Nada ha cambiado, Ryan Reynolds sigue disfrutando haciendo de su personaje favorito, teniendo la humorada de burlarse de sí mismo el primero. Es un homenaje al humor absurdo, aunque realizado con buenos hilos conductores y ruptura de la cuarta pared para mantenernos cómplices.

Repiten la espléndida Morena Baccarin y varios de los secundarios de la anterior entrega, además de ver Wade Wilson cumpliendo su sueño de ser becario de los X-Men. Sin escatimar en guiños constantes a las viñetas, sangrías fáciles y humor freak, el experimento funciona.

Zazie Beetz y Joshn Brolin son justo lo que recetó el doctor para impedir empacho de Deadpool, manteniendo perfectamente el ritmo de esta comedia de acción y dando descanso al gran protagonista de la función. El experimento funciona y este eclecticismo caótico da un film tan bueno (o mejor) que su antecesora.

Lo mejor que se puede decir es que ilusiona la posibilidad de una tercera entrega. Lejos de dar síntomas de agotamiento, míster Wilson sigue gozando del carisma que garantiza legiones de fans.